Facilitado por Carlos Hoyos Buchelli
Durante este módulo la discusión se centró en el universo de la práctica curatorial, no solo como una técnica de selección y organización de obras, sino como una forma de crear y comunicar experiencias a través de narrativas colectivas. La curaduría es, en esencia, un proceso que puede tomar muchas formas, tanto estructuradas como experimentales, y que permite conectar conceptos, ideas y emociones en un solo espacio. Más allá de la disposición de obras, implica una mirada sensible y abierta hacia lo que cada pieza puede expresar y hacia cómo se puede transformar a partir de su interacción con otras personas y contextos. En este sentido, cada curador y cada artista se convierte en un narrador que ofrece su perspectiva y crea conexiones entre su obra y la de otros, desdibujando los límites entre creador, observador y facilitador.
A través de ejercicios como el dibujo y la reflexión personal, Carlos invita a explorar cómo cada uno entiende y vive la práctica curatorial en relación con sus propios proyectos, influencias y modos de ver el arte. En esta oportunidad, el objetivo es que el dibujo sea un primer paso para expresar una visión curatorial individual, la cual puede conectar con el imaginario colectivo del grupo. Cada contribución será una “brújula” que guiará la reflexión sobre los significados de lo curatorial y la curaduría. Así, se trabajará en la construcción de un espacio común donde cada participante pueda compartir, cuestionar y enriquecer su mirada, dándole forma a una narrativa colectiva que une nuestras ideas y prácticas artísticas bajo una misma conversación.
La curaduría como herramienta de mediación y apertura
Carlos Hoyos introdujo la obra de Elías Heim, destacando cómo una pieza de arte puede servir para explorar ideas sobre el espacio museístico y la curaduría. Utilizó una impresión digital de Heim que representa una vista cenital del Museo La Tertulia. A través de esta obra, se ilustró cómo los museos pueden tener lecturas diferentes: como espacios cerrados y protegidos o como plataformas abiertas y comunitarias.
Este enfoque dual sobre el museo plantea una curaduría que no solo busca la preservación, sino que también promueve la apertura y participación comunitaria. Se destaca la idea de que los museos en Latinoamérica deben trascender su rol de exhibición, para participar activamente en el tejido social y cultural de su entorno.
Dispositivos curatoriales y prácticas comunitarias
En el desarrollo de la sesión, Carlos introdujo el concepto de dispositivos en lo curatorial: plataformas de mediación que facilitan el diálogo entre el arte y el público. Se expuso la importancia de comprender que lo curatorial no se limita a lo expositivo, sino que se amplía a dispositivos que invitan a la interacción y que construyen comunidad a través del arte.
La noción de dispositivos curatoriales resalta la capacidad de la curaduría para crear conexiones entre la obra, el espacio y la comunidad. Desde esta perspectiva, el trabajo curatorial puede involucrar prácticas participativas que permitan a las personas ver y experimentar el arte como un medio de transformación social.
Se invitó a las personas participantes a realizar un boceto que representara no solo sus prácticas artísticas, sino también su contexto, intereses y aspiraciones en el ámbito curatorial. Este ejercicio, permitió a cada participante reflexionar sobre su entorno y visualizar el impacto de sus propias prácticas.
La actividad sirvió como un dispositivo de expresión, activando un espacio seguro para reconocer y comunicar ideas y valores propios. Fue un ejemplo de cómo, en lo curatorial, pueden emplearse estrategias de mediación que estimulen la creatividad y fomenten el intercambio.
Algunos participantes compartieron sus propios proyectos, como “Agua Fuerte”, una iniciativa de exposiciones itinerantes al aire libre con el objetivo de visibilizar y mover las obras de artistas locales. La propuesta, inspirada en la necesidad de crear espacios accesibles para el arte, buscaba también alternativas económicas para los artistas, especialmente en ciudades como Pereira, donde las exposiciones en salas tradicionales pueden ser poco visibles o limitadas económicamente.
La conversación refleja un momento de exploración creativa en el que los participantes comparten sus interpretaciones visuales y reflexionan sobre la práctica curatorial. Felipe Echeverri, por ejemplo, elabora un dibujo conceptual inspirado en el formato de los fanzines, mencionando su reciente interés en este tipo de arte y su conexión con su rol dentro del Colectivo Números Rojos. Carlos Manuel Hoyos responde, alentando la idea de lo curatorial como un proceso que va más allá de la selección de obras; lo presenta también como una construcción narrativa y organizativa que busca crear una experiencia o comunicar una idea. Hace referencia a un libro de Angélica Ávila Forero, “Museo Borás”, que explora ficciones en torno a obras de artistas colombianas, resaltando cómo lo curatorial puede incluso plasmarse en la forma física de una obra.
Felipe amplía su perspectiva al agregar una frase a su dibujo, “una palabra lleva a otra y así terminó en un martes”, que refleja la espontaneidad del proceso creativo y la fluidez de las ideas en el trabajo artístico. Esta metáfora de las palabras y hojas volando simboliza el flujo de ideas y el esfuerzo por encontrar las palabras adecuadas para comunicar una visión. Carlos retoma la idea de los dibujos como brújulas, afirmando que estos representan imaginarios y rutas que ayudan a definir las prácticas curatoriales que cada uno está construyendo, resaltando la importancia del proceso colectivo en este ejercicio.
Este intercambio subraya la relación entre los conceptos de curaduría y curatorialidad, mostrando cómo los participantes, al exponer sus dibujos, también se conectan entre ellos, explorando sus propios horizontes creativos. La invitación a compartir más dibujos o incluso a describir ideas no dibujadas invita a todos a participar, reconociendo que el proceso curatorial es tanto individual como colectivo y puede tomar formas muy diversas.
La Glosa como ejercicio curatorial comunitario
En este espacio de reflexión, queremos capturar las ideas, resonancias y percepciones que surgieron durante el ejercicio de glosa colectiva, tal como fue propuesto en la sesión. Inspirado en la práctica curatorial descrita por Carolina Cerón, este ejercicio permitió explorar conceptos de manera intuitiva, organizando palabras y nociones en torno a lo curatorial, la curaduría y lo comunitario. A continuación, desarrollamos tres áreas principales de reflexión que se desprendieron del proceso y del diálogo colectivo:
La Glosa como herramienta de construcción colectiva
La glosa, al requerir la organización y conexión de palabras, se convierte en un método para capturar las intuiciones y saberes compartidos. En lugar de establecer definiciones estrictas, la glosa permite una expansión del conocimiento y un registro de resonancias que emanan de la diversidad de experiencias. Los participantes identificaron palabras clave y las colocaron en categorías, evidenciando cómo conceptos como “fertilizar” pueden tener distintas interpretaciones y relevancias en lo curatorial, lo comunitario y la práctica colaborativa.
Durante la sesión, se discutió la palabra “fertilizar” como una acción que, en lo curatorial comunitario, busca activar contextos y resonar con nuevas posibilidades, evitando la exotización y el extractivismo cultural. Esto enfatiza la importancia de una práctica curatorial ética y sensible que no solo exponga, sino que fomente una participación activa y responsable.
El riesgo de la exotización y la instrumentalización
Uno de los puntos de reflexión más importantes fue la identificación de riesgos al trabajar en contextos comunitarios. La glosa permitió a los participantes recordar la importancia de no tratar a las comunidades como objetos de estudio o como “otros” exóticos, sino como colaboradores en un proceso compartido. Este ejercicio resaltó la necesidad de reconocer y respetar la autonomía y las voces de las comunidades, evitando que se conviertan en meros recursos o temáticas para proyectos curatoriales.
Al discutir la exposición “Hijas del Agua,” que en su momento generó tensión por su enfoque fotográfico de una comunidad indígena, se abordó cómo en algunas prácticas curatoriales se pueden dar problemas de extractivismo cultural. La reflexión conjunta concluyó que lo comunitario debe ser entendido como un espacio de relaciones horizontales, en el que la participación de las comunidades sea activa y no instrumentalizada.
Construcción de un lenguaje curatorial y comunitario propio
Al estilo de la glosa de Cerón, la práctica curatorial en contextos comunitarios emergió como una acción no solamente discursiva, sino también práctica y situada. La creación de un lenguaje propio, en el que palabras como “fertilizar,” “organizar,” y “activar” se entienden desde el contexto de los participantes, se convierte en un proceso de traducción cultural y de articulación de significados compartidos. Este lenguaje permite revalorizar prácticas locales y cotidianas, viéndolas como expresiones curatoriales que ya existen en las comunidades, más allá de los museos y espacios tradicionales del arte.
El ejercicio de observar cómo una “chiva rumbera” actúa como un dispositivo curatorial en contextos urbanos y rurales, permitió a los participantes identificar formas de curaduría ya presentes en sus propios entornos, ayudando a visualizar lo curatorial no como algo impuesto, sino como algo que brota de la vida comunitaria.
El concepto de curaduría trasciende el acto de organizar exposiciones para generar plataformas de diálogo, intercambio y reflexión compartida. Los participantes sugieren que la práctica curatorial moderna debería adoptar un enfoque más cercano a la realidad local, imbuido en los contextos específicos que le dan sentido, en lugar de aspirar exclusivamente a la validación internacional o los grandes eventos de arte. En esta línea, se critica la institucionalización del arte contemporáneo, la cual, al industrializar la experiencia artística, limita el sentido de conexión personal y comunitaria que debería caracterizar a las prácticas curatoriales.
La socióloga Silvia Rivera Cusicanqui fue referenciada en la discusión como una teórica clave en la visión decolonial de la práctica curatorial. Cusicanqui señala la necesidad de reconocer y cuestionar las relaciones de poder entre lo local y lo global. Su crítica abarca el rol de los museos y el arte como estructuras que, históricamente, han servido para conservar, y a veces perpetuar, narrativas de poder colonial. Esta reflexión inspira a imaginar una museología que parta de la inclusión comunitaria, donde el museo deje de ser un espacio de imposición cultural y se transforme en un lugar de apropiación social y representatividad colectiva.
Uno de los participantes compartió su experiencia en un museo en Cartago, que se enfrenta al reto de encontrar un equilibrio entre las características conservadoras del espacio y la obra vanguardista del artista exhibido. Se explora la posibilidad de transformar los museos en espacios abiertos donde se den cita ideas y propuestas diversas, en lugar de meros lugares de preservación y vigilancia. En esta línea, se reconoce la importancia de integrar al equipo museístico a personas que pertenezcan a comunidades históricamente marginalizadas, como un primer paso hacia prácticas decoloniales genuinas.
La discusión se orienta finalmente hacia la idea de lo curatorial como una experiencia afectiva y compartida, un método que incluye, además del curador, la participación activa de otros actores: educadores, artistas, críticos y el propio público. Lo curatorial se convierte así en un espacio de complicidad, de construcción conjunta, que enfatiza no solo la organización de objetos, sino el impacto emocional y social que dichos espacios de arte pueden tener en la comunidad.
Proyectos curatorialmente comunitarios
Un recorrido por proyectos curatorialmente comunitarios que cuestionan e invitan a la reflexión en torno a la identidad, los modos de habitar, y las metodologías de apropiación del espacio y el territorio en distintos contextos. Se exponen proyectos como Nueva Fauna y Flora de Fernando Escobar Neira, el Laboratorio de Curaduría Comunitaria Barrio Adentro del Museo La Tertulia, y Radiar Memorias, Diálogos con el CARARE. Cada uno de ellos aborda, a su manera, las relaciones entre lo educativo, lo curatorial y lo decolonial.
Nueva fauna y flora (Fernando Escobar Neira)
Este proyecto toma como referencia histórica la Expedición Botánica y la Comisión Corográfica, apropiándose críticamente de sus métodos y dispositivos, como el diario y las cartografías, y adaptándolos a un contexto de exploración urbana con estudiantes. Este ejercicio resignifica las expediciones científicas coloniales, transformándolas en una herramienta de observación y reflexión sobre las ciudades actuales, donde el espacio urbano se mapea y documenta desde experiencias subjetivas. Las expediciones en este proyecto se alejan de la idea de una “realidad objetiva” y recalcan que el modo de habitar la ciudad define la ciudad misma, rechazando las narrativas unificadoras y estandarizadas de identidad territorial.
Barrio Adentro – Laboratorio de curaduría comunitaria (Museo La Tertulia):
Este laboratorio surgió después de la pandemia y se enfoca en fortalecer el vínculo del museo con las comunidades vecinas del distrito de la Ladera en Cali. A través de la participación directa de la comunidad, el proyecto crea un diálogo que no solo valora la experiencia estética, sino también las dimensiones sociales y políticas de los procesos culturales y de participación comunitaria. Aquí el museo se descentraliza y se acerca a los territorios, reconociendo las especificidades culturales y necesidades de cada comunidad.
Radiar memorias. Diálogos con el CARARE
Desarrollado con la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC) y una fundación en Bogotá, este proyecto utiliza el recurso de la memoria para reconectar a las comunidades con sus historias y reivindicar los espacios territoriales en los que han habitado. Resalta cómo la memoria y el diálogo entre generaciones pueden convertirse en actos de resistencia frente a las violencias históricas y actuales, posicionando el arte y la curaduría como medios para construir y compartir el conocimiento local.
Reescribir las rutas
Un ejercicio visual y político de reescritura del territorio, que surge como una respuesta crítica a las dinámicas de transporte y a las narrativas establecidas en el espacio urbano. La intervención toma como punto de partida los ruteros, esos vehículos de transporte no oficial que, comúnmente, conectan zonas periféricas y rurales con las áreas urbanas de la ciudad. En este caso, el proyecto se enfoca en los ruteros del barrio en el que vive el artista, utilizando estas piezas gráficas como medio para replantear la identidad de los territorios y las luchas sociales.
A través de la intervención de los ruteros, Johann Zamboni cambia el nombre del “Puerto Rellena” (un término que hacía referencia a un punto de venta y transporte de productos en el territorio) por “Puerto Resistencia”, lo que no solo altera un simple término geográfico, sino que recontextualiza un espacio de la ciudad como un lugar de lucha y reivindicación social. Esta transformación se convierte en una acción política cargada de simbolismo, buscando poner en evidencia las tensiones históricas y sociales que han afectado al barrio y a sus habitantes.
El proyecto fue presentado en exposición en el salón comunal del barrio, donde los residentes y visitantes pudieron ver las piezas gráficas, una serie de serigrafías de los ruteros modificados, y participar en actividades de reapropiación simbólica de los elementos cotidianos del territorio. Durante el evento, se realizó un estampatón en el que los habitantes del barrio pudieron llevarse camisetas con la imagen del nuevo rutero, un acto que consolidó el proyecto como una manifestación de resistencia cultural. Además, esta intervención formó parte de una agenda más amplia de proyectos comunitarios en la zona, buscando visibilizar no solo las luchas sociales del barrio, sino también las formas de reconstrucción del territorio a través del arte.
Estos proyectos comparten una crítica al concepto de autoría en el arte y la curaduría tradicional, cuestionando la subalternización de los “participantes” y buscando una mayor horizontalidad en los roles. Esta discusión nos permite repensar cómo se construyen y presentan los proyectos en los que las comunidades no solo contribuyen, sino que deberían ser reconocidas como coautoras de los procesos y resultados curatoriales.
SESIÓN 2 – UN BORONDO
Durante la segunda sesión del módulo 3, se plantea un ejercicio práctico centrado en la posibilidad de generar una deriva de una cartografía para crear una ruta, utilizando dispositivos y estrategias curatoriales, expositivas, de diálogo y mediación. La sesión se enfoca en explorar la curaduría desde una perspectiva amplia, reflexionando sobre las definiciones que fueron planteadas en el material de referencia, especialmente las de Carolina Cerón en su trabajo sobre “lo curatorial desde el sur.”
Las principales ideas clave que se introducen y se tienen en cuenta para este ejercicio son las siguientes:
Lo curatorial: se reflexiona sobre el concepto de lo curatorial como una forma de producir conocimiento. No se trata solo de hacer exposiciones, sino de explorar otros formatos y posibilidades para llevar una idea o investigación más allá de los formatos expositivos convencionales.
La curaduría puede implicar una práctica creativa que no se limita a la repetición de estructuras preestablecidas.
Curaduría comunitaria: se destaca la importancia de una curaduría que se construye de manera horizontal, en complicidad y con afecto entre diversos actores. La idea es que las decisiones se toman colectivamente, con la participación activa de todos los involucrados. En este contexto, se subraya la necesidad de cuestionar el concepto de “participación”, proponiendo una visión más amplia que vaya más allá de una participación superficial.
Deambular: el concepto de “deambular” se introduce como una forma de salir de lo estable, un movimiento constante, un desplazamiento físico y conceptual que permite una aproximación más orgánica a los territorios y las prácticas curatoriales.
La importancia de tener claro el lugar desde donde se actúa y con quiénes se está en relación, buscando vínculos y afectos significativos.
Escuchar: la escucha es un componente esencial en este ejercicio, no solo como una herramienta de investigación, sino también como una forma empática de comprender las historias de los otros.
Se resalta la importancia de la escucha atenta, empática y activa, que va más allá de lo visual, buscando involucrar otros sentidos en la experiencia.
Lo viscoso: se refiere a cómo las ideas, objetos, movimientos y reflexiones pueden expandirse y propagarse de manera densa, como un líquido pegajoso. Se busca activar el potencial poético de las experiencias a través de dispositivos, gestos y acciones que permitan que estas ideas se “propaguen” y cobren vida de manera orgánica.
En términos del ejercicio que se plantea, se trata de pensar en cómo estas definiciones se aplican para generar rutas y dispositivos curatoriales que no solo se limiten a lo expositivo, sino que también impliquen diálogos, acciones y estrategias más amplias para activar los territorios, las experiencias y las historias.
Este enfoque busca alejarse de los extractivismos y de la instrumentalización de las personas y sus relatos, asegurando que el proyecto se construya de manera colectiva y beneficie a todas las partes involucradas. El ejercicio también invita a cuestionar cómo podemos generar prácticas curatoriales que sean auténticamente inclusivas y colaborativas, siempre tomando en cuenta el contexto y las relaciones que se construyen en el proceso.
Diseñar un borondo
Un ejercicio en el que se invita a los participantes a diseñar un recorrido por su territorio, conocido como borondo, como una estrategia curatorial que permite explorar y reconocer el mundo que habitan. El concepto de borondo se refiere a un recorrido o trayecto que atraviesa espacios urbanos, rurales o personales, y se utiliza para crear un dispositivo de mediación o encuentro.
Creación del borondo: es un ejercicio de diseño de recorrido que atraviesa un territorio con la intención de reconocerlo de una manera crítica, explorando espacios, sonidos, dinámicas sociales y particulares del lugar.
Elementos del recorrido: El recorrido se construye a partir de diversos dispositivos de mediación, como charlas, caminatas, bailes, cocinas, proyecciones y otros tipos de intervenciones. Estos elementos tienen la finalidad de movilizar los sentidos y generar experiencias de intercambio.
El papel del borondo como estrategia curatorial: el diseño del recorrido se enfoca en la curaduría de los espacios, eligiendo puntos clave de interés dentro del trayecto. Estos puntos pueden ser públicos o privados, artísticos, sociales o históricos, y deben conectar las experiencias individuales con las colectivas.
Imaginación y mapeo: El ejercicio comienza con la creación de un recorrido imaginario, en el que se seleccionan los puntos de interés (mínimo tres y máximo cinco). Estos puntos son mapeados y descritos con una ficha técnica que detalla la relevancia del lugar y lo que ocurre en ese espacio.
Finalidad del borondo: La propuesta no solo busca una representación geográfica del recorrido, sino que también es una herramienta educativa, pedagógica y cultural, que refuerza la conexión con el territorio y sus narrativas.
Finalmente, el facilitador menciona que mostrará videos de rutas anteriores para ejemplificar cómo se llevan a cabo estos recorridos, los cuales se relacionan con el concepto de turismo cultural. Sin embargo, también hace una advertencia sobre los cuidados necesarios al tratar el tema del turismo, probablemente refiriéndose a la ética o el impacto de las actividades en las comunidades locales.
Resultados y conclusiones del ejercicio de Borondo
Colaboración comunitaria: se enfatiza la importancia de trabajar en conjunto con otros espacios y personas, en lugar de diseñar todo desde un solo punto de vista (como el del curador). Esto implica abrir la actividad para la participación de otros actores, como trabajadores del museo, la galería o la plaza de mercado, para crear una experiencia más rica y colectiva.
Curaduría comunitaria: este enfoque destaca el trabajo horizontal y colectivo, donde se valora la participación de las personas de cada espacio involucrado. No es solo el curador quien decide las actividades, sino que se busca una integración de saberes y experiencias locales.
Fichas de cada actividad: ell proceso incluye la creación de fichas informativas para cada uno de los lugares de la ruta, que contienen el título de la actividad, la descripción del lugar, el objetivo de esa parada y cómo contribuye a la narrativa general de la ruta.
Kits creativos y participación activa: un concepto clave es la creación de kits de investigación para los participantes en los recorridos, lo que les permite convertirse en investigadores activos que pueden registrar y guardar sus propios hallazgos, creando una memoria tangible del recorrido.
Exploración del potencial artístico como vehículo de expresión emocional: el ejercicio de Borondo demostró que el arte puede ser una vía poderosa para explorar emociones complejas. A través de la interpretación de las imágenes, las participantes no solo ejercieron su creatividad, sino que también lograron conectar con aspectos emocionales de sí mismas. Esta conexión entre arte y emoción se convirtió en un proceso revelador y sanador, en el que las imágenes servían como puntos de partida para liberar sentimientos, pensamientos y vivencias personales.