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Mi corazón Madiedo

Te mataste, o debo decir ciertamente que nos mataste, en el momento preciso, en mitad de la tarde, diez puñaladas certeras desprendiendo mi sangre de las venas. Paradójicamente se muere cuando más se abraza a la vida. Vos te ahorcaste en el techo, maniática, observando detenidamente cómo tras cada lamento buscaba la manera de curar una a una todas las heridas. Que peligros nos trae el querer, que insensatez nos envuelve.

La tarde se ahogó en un soplo, los pájaros se convirtieron en pedazos de papel pintados con tu labial rojo, y esos papelillos vueltos barcos de papel navegaron por mis ríos de sangre en el pavimento. Tu mirada casi muerta y oscura no perdía el cinismo, caía entonces sobre ti la maldición del desprecio de las cosas, ya ni el aire te reconocía, inclusive yo, que antes te advertía hasta en lo más profundo y siniestro de las sombras, ahora te veía intermitente, una luz opaca te cubría y te hacía lejana y casi desconocida. Pero el amor, ese virus siniestro que lleva consigo la capacidad de invasión como el cáncer y llena todos los espacios y hasta en las más mínimas gotas de odio se instala, me hacía por unos segundos fatídicos pensar en la veracidad de todas las palabras puestas en el aire,palabras que dibujaban rutas y puentes entre lo posible y lo imposible , pero todo cayó bajo las malditas circunstancias de una realidad que siempre jugó a ponernos al filo de la navaja, todo se fue en un declive vertiginoso y fatal.

Ya oscurece y la noche toma su forma sobre todo lo que nos rodea, morir será al fin apagar la noche con un soplo agonizante de nuestros cuerpos fríos, como si fuese una vela en mitad de la sala vacía.
El presentimiento fue real, saber que moriría atado a tu amor lascivo y destructivo. Ya la noche se apaga en un último suspiro y ambos dejamos de existir en este plano que tanto daño nos causó, el universo espera belladona, quizás con las garras escondidas o tal vez el destino será volar tan alto y separarnos convertidos en polvo cósmico y caer de nuevo                                  sobre los tejados envueltos en otros cuerpos,
             bajo alas y plumas, hechos cuervos o palomas,                                    picoteando nubes, rasgando el viento,
sin rumbo fijo.

 

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El contenido de los textos aquí publicados es de exclusiva responsabilidad de los autores, representa su opinión y no compromete a la Corporación La Astilla en el Ojo.

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