Facilitado por Carlos Alberto Castaño Aguirre
HACIA UN LUGAR COMÚN
Apropiación social de los patrimonios
El enfoque propuesto por Carlos, sugiere un tránsito desde una visión de “preservación patrimonial” hacia una “apropiación social del patrimonio”. Se destaca que la preservación suele crear una distancia, dado que implica “defender” el patrimonio y puede hacer que ciertos sectores de la sociedad queden excluidos de este cobijo cultural. En contraste, la “apropiación social” sugiere una relación cercana y diversa con el patrimonio, donde los saberes y prácticas culturales se transforman y adaptan a las necesidades y contextos cambiantes de la comunidad.
Un punto clave en esta reflexión es cómo el concepto de “patrimonio universal” —establecido en 1972 como una categoría que unifica criterios para la protección de elementos culturales— se presta a debate. Aquí surge la pregunta sobre quién define estos criterios y cómo estas decisiones afectan a las comunidades que conviven y dotan de sentido a estos espacios. Además, el análisis invita a cuestionar la cultura desde una perspectiva antropológica y humanista, considerando que las prácticas cotidianas y las tradiciones son también formas de expresión cultural que se alejan de la visión elitista y externa de la cultura occidental, que fue dominante durante mucho tiempo.
“Una casa no es casa solo por esas paredes o ese contenedor, sino por todo lo que se teje y se constituye en ella.”
A través de esta aproximación, se resalta la importancia de considerar el patrimonio no como algo estático o idealizado, sino como un entramado simbólico en el que todos los miembros de la comunidad están inmersos. De esta forma, el patrimonio cultural y los saberes tradicionales son vistos no solo como “objetos” a preservar, sino como prácticas vivas y dinámicas, dotadas de significados que varían según los valores, memorias y realidades de cada generación. Esta reflexión abre la puerta a pensar en el patrimonio desde una óptica más inclusiva, entendiendo que es la apropiación —más que la mera preservación— la que lo mantiene vivo y relevante.
La reflexión sobre el concepto de patrimonio plantea la necesidad de abordar el paisaje cultural cafetero desde una perspectiva holística que incluya tanto la riqueza productiva como los desafíos sociales y ecológicos. Al incorporar una visión que abarca la historia, las tradiciones, y los problemas actuales del territorio, se podría lograr una apropiación más significativa y una proyección sostenible del patrimonio para las generaciones futuras.
De este modo, la ruralidad, el turismo y las prácticas agrícolas se interconectan con las narrativas del patrimonio y el territorio, generando reflexiones entorno a las siguientes cuestiones:
La ruralidad y su conexión con el paisaje productivo.
La mayoría de los municipios del paisaje cultural cafetero presentan características rurales, con cabeceras pequeñas y una baja densidad poblacional. Esto permite que la ruralidad mantenga una conexión estrecha con el paisaje productivo, principalmente agrícola. Sin embargo, este modelo productivo también plantea desafíos: al mismo tiempo que el campo se celebra por su identidad agrícola y cultural, sufre de despoblamiento y de una invisibilización de problemáticas como el conflicto armado, que ha afectado profundamente a estas áreas.
Invisibilización del conflicto armado.
Existe un “remanso de paz” construido discursivamente alrededor de esta región, lo que puede impedir que se visibilicen las historias de violencia y desplazamiento que también forman parte de la identidad y la memoria de estos lugares. Esta invisibilización del conflicto apunta a un problema en la narrativa del paisaje cultural cafetero, que necesita integrar de manera más honesta y completa el pasado y presente de estas comunidades.
El turismo sostenible y la vida lenta.
La concepción de algunos municipios como destinos de turismo sostenible, y la certificación que algunos obtienen, refleja el interés en cumplir con lineamientos globales de sostenibilidad. Sin embargo, la introducción de la “vida lenta” —en municipios como Pijao que promueven el estilo de vida “Cittaslow”— invita a una exploración de alternativas al desarrollo convencional, abriendo la puerta a una visión más respetuosa con el entorno y la vida local. Este concepto fomenta valores como la tranquilidad, el cuidado, y la comunidad, desafiando los modelos de monocultivos y promoviendo una relación más armónica con la naturaleza y el territorio.
La contribución del arte visual a la imaginación del Paisaje Cultural.
Los artistas visuales juegan un rol importante al participar en la creación de una imagen simbólica del paisaje cultural cafetero, aunque muchas veces esta representación cae en estereotipos repetitivos —como el café, el barranquero, y otros elementos naturales. Es interesante preguntarse qué tan real es la armonía entre estos elementos naturales y la agricultura intensiva que se lleva a cabo, cuestionando, por ejemplo, los efectos del uso de pesticidas sobre la fauna local. Los artistas, entonces, pueden optar por reproducir o desafiar esta imagen, con el potencial de enriquecer y complejizar la narrativa visual del territorio.
Desfuturización y desencantamiento de la vida rural.
Conceptos como la “desfuturización” y el “desencantamiento” reflejan la falta de proyección y la pérdida de atractivo de la vida rural, respectivamente. El despoblamiento del campo y el abandono de las tradiciones revelan una percepción negativa hacia la vida rural, alimentada por la falta de oportunidades, la precariedad, y una pérdida de sentido de comunidad. Esto se exacerba con la desvalorización de los saberes tradicionales y la amenaza que representan los monocultivos para la soberanía alimentaria.
“Estamos muriendo de hambre en medio de la riqueza” es una frase que sintetiza la paradoja de la abundancia natural enfrentada a una crisis de sostenibilidad económica y cultural.
La apropiación social del patrimonio. Esta reflexión sobre la apropiación social del patrimonio subraya la importancia de reconocer el patrimonio más allá de lo material, abarcando también los saberes, las prácticas y los significados que estos bienes tienen para la comunidad. Esto implica una comprensión integral que considere tanto los elementos tangibles como los intangibles. La división rígida entre patrimonio material e inmaterial, que aún se discute en escenarios oficiales, limita el entendimiento y preservación de un patrimonio que en realidad es dinámico e interconectado. La integración de lo material y lo inmaterial, los saberes y las prácticas en la concepción del paisaje cultural cafetero fortalecería la apropiación de este patrimonio por parte de las comunidades y su capacidad para mantener y proyectar sus valores en el tiempo.
En esta discusión, reconozco que tanto el patrimonio como la apropiación social siguen siendo temas vivos, abiertos a múltiples interpretaciones y a una constante resignificación. En lugar de cristalizar definiciones cerradas, es más útil pensarlos como campos en evolución, que invitan a una permanente transformación en nuestras miradas y en la forma en que los abordamos.
Podemos entender la apropiación social del patrimonio como un proceso intencionado, un espacio de encuentro que convoca a diversos actores del territorio y que posibilita el diálogo, la reflexión, el análisis y la negociación. En este proceso, estos actores generan una intervención significativa en su contexto, adaptándolo y, muchas veces, transformándolo de acuerdo con las necesidades y los significados que emergen en el camino. Así, no solo se interviene el espacio, sino que se da pie a la creación de nuevas prácticas y a una renovación del contexto social.
Carlos Castaño
En esta línea, resulta fundamental ver la apropiación como una co-creación de estrategias y acciones orientadas a fortalecer los lugares y patrimonios comunes. Esta idea no se centra en la acumulación de objetos, sino en la vivencia y el compartir de espacios, en la creación de territorios habitados, moldeados y resignificados por las personas que los experimentan cotidianamente.
La co-creación se convierte en una herramienta clave. Tomando referencia de Rubén Tanclares, podemos desglosarla en distintos niveles que enriquecen el proceso:
- Creación conjunta de valor: este enfoque permite a los actores involucrados participar en una construcción que es relevante y adaptada a su contexto particular. Se relaciona con la creación de sistemas de valor locales y con la posibilidad de adaptar prácticas y conocimientos al entorno específico en el que se desarrollan.
- Definición compartida de problemas y soluciones: en esta etapa, la co-creación invita a construir colectivamente una comprensión profunda del territorio, permitiendo identificar problemas y posibles mejoras desde una óptica común. Esto genera una plataforma donde las visiones se unen para interpretar las necesidades y los recursos disponibles.
- Procesos dinámicos y no lineales: aquí se reconoce que los procesos no siempre son progresivos ni garantizan resultados esperados. En lugar de seguir una ruta predeterminada, la co-creación se abre a la incertidumbre, permitiendo que las experiencias y los actores locales reorienten las prácticas según las circunstancias y realidades que se revelan en el camino. Este enfoque es respaldado por Stuart Hall, quien aboga por un pensamiento “sin garantías”, en el que la apertura a lo inesperado nutre la autenticidad y relevancia del proceso.
Al observar los escenarios de co-creación dentro de la apropiación social del patrimonio, se identifican tres etapas importantes que suelen coexistir:
- Co-elaboración: Aquí se consolida una coautoría genuina, donde los diferentes actores no solo participan, sino que son corresponsables de las decisiones y acciones. Este tipo de co-creación se ha visto en proyectos desarrollados con asociaciones comunales, donde los participantes han sido parte activa en la elección de contenidos y en la producción y edición de materiales culturales.
- Participación: Mediante métodos que promuevan la reflexión colectiva, como las cartografías sociales y los mapeos, se involucra a los actores locales en una construcción horizontal de conocimientos y significados. Este escenario fomenta el involucramiento directo y la mediación entre diversos puntos de vista.
- Divulgación y consulta: Desde una lógica más vertical, donde se transmite información y se exponen temas al público, este escenario, aunque no implica una vinculación profunda, puede funcionar como detonante de ideas y un punto de inicio para nuevas redes y proyectos.
Finalmente, estas pistas no conforman una receta única ni un camino lineal. Cada proceso es único y debe adaptarse a las particularidades del contexto y los objetivos de la comunidad. La clave radica en mapear intereses comunes y en construir a partir de relaciones de confianza, permitiendo que emerjan perspectivas que respondan de manera orgánica a los desafíos y fortalezas del territorio.