El alma es el lenguaje – Colombia
Escrito por: Julián Salazar (Colombia)
Portada: Obra sin título – Ronald Prado (Colombia)
BOGOTÁ, 20 DE OCTUBRE
Se dice que recurrimos siempre a lo simbólico, como arma inorgánica de comprensión, en definitiva el motor milenario de este mundo, la posibilidad de existencia en su máxima expresión. El lenguaje es esa posibilidad que puede escalarse con suficiente fortaleza o simplemente puede ser el agua fangosa que recubre nuestra energía vital.
Por eso, me pregunto constantemente cómo nuestra principal dotación para enfrentar este núcleo de contradicciones – llamado vida– puede convertirse en el impedimento para la condición de continuidad en la que vivimos. ¿Cuáles son los estímulos, contextos y vibraciones que componen la burbuja de materialización de nuestros impedimentos?
Sin duda, considero que inclusive cada letra que voy escribiendo en este momento de izquierda a derecha, de arriba a abajo hace parte de un primer impulso creativo que nunca va a parar. Nuestra condición única es la expansión atribuida por las primeras vibraciones.
¿Acaso es el lenguaje la única herramienta encontrada para abandonar, por lo menos temporal e insignificantemente, la expansión a la que estamos asumidos?
Es imposible recordar el primer pensamiento del primer ser; pensaría que sucedió como la rebeldía a lo absoluto, el ánimo de irrumpir lo otorgado por la continuidad inmutable.
Puedo ir hallando en esta dialéctica una ruta que comprende quiénes somos y de dónde viene la pregunta angustiante. Siento a esta altura del andamio que el ser y el lenguaje componen una pareja antagónica: la continuidad incuestionable de la expansión y el esfuerzo inorgánico y rebelde por abandonar la secuencia infinita de la evolución.
Es de esta dicotomía originaria de donde surgen todos los contrastes. Nuestro reflejo no ha sido la experiencia natural donde el sol y la luna son continuidad, sino que además está la respuesta rebelde del lenguaje como arma para vibrar dentro de esta indiferente coraza llamada cuerpo.