El alma es el lenguaje – Colombia
Escrito por: Julián Salazar (Colombia) Portada: Obra sin título - Ronald Prado (Colombia) BOGOTÁ, 20 DE OCTUBRE Se dice que recurrimos siempre a lo simbólico, como arma inorgánica de comprensión, en definitiva el motor milenario de este mundo, la posibilidad de existencia en su máxima expresión. El lenguaje es esa posibilidad que puede escalarse con suficiente fortaleza o simplemente puede ser el agua fangosa que recubre nuestra energía vital. Por eso,
CAMALEÓN
Soy cuerda, pero no lo suficiente como para vivir en el mundo de los cuerdos. Soy loca, pero no lo suficiente como para vivir en el mundo de los locos. Vivir en la dualidad, esa es mi vida, fluctuar entre infinitos mundos, donde ninguno es mi cárcel pero ninguno me equilibra. Años de lucha intentando descifrar de qué lado estar,
Detrás de la puerta
// Fotografía por Felipe Giraldo Sentado sobre las flores he apagado la luz que el sol filtraba por los barrotes de mi celda, descansa mi voluntad en un rincón sucio, lleno de fisuras por donde se asoman larvas y sanguijuelas hambrientas que se alimentan y sorben mi hiel condensada. El viento frío se cuela por las grietas de la puerta guardiana de mi destierro anémico, un invitado pronosticando avernos, posado como
¡Qué banalidad la vida cuando callamos!
Qué abrumante el desconsuelo, y más allá, el vicio al Ego. ¿Cómo despegar sin ser ajenos?, siendo humanos tan corrientes, siendo alquimia y a ratos cielo. Expectantes vamos todos, todos pocos, pocos vemos. Qué ironía la palabra, y dentro de ella, tantas almas condenadas. ¿Cómo soñar en el camino?, siendo el asfalto infértil, los pies un esclavo, y la mente un punto fijo. Consciente no va nadie, nadie es mucho, somos todos. Qué angustia el ser humano, y sin embargo, maravillosa
Inhumano
Sus ojos eran luz imprescindible de desaire, como si la arrogancia le hubiese robado el alma, sus movimientos lentos, como parte de una revolución, un olor a hierro en mi imaginación, un desgome de sensaciones, un dolor de parto, un hecatombe. Su silencio era un grito, su serenidad la ira, no era necesario un sonido, estaban escritas sus palabras: No sabía si