Un mundo naranja
Al llegar al quinto planeta, el Principito encuentra a un curioso personaje encargado de encender y apagar un farol cada minuto. El Farolero explica al Principito que se trata de ‘la consigna’, una norma consistente en proveer el servicio de iluminación en las noches y que, aplicada a un mundo que cada vez gira más rápido, pierde su sentido original y se convierte en un absurdo.
De la misma manera, en pleno Siglo XXI es frecuente que nos encontremos con ‘consignas’ que, valiosas en su sentido original frente a una realidad tecnológica diferente, al ser vistas de cerca se revelan anacrónicas. Una de las más notables de éstas es la idea de que las artes, la cultura y la creatividad son actividades desconectadas del comercio, completamente ajenas a los mercados.
La importancia de este mundo, mejor conocido como la Economía Naranja, no es menor. A la comprensión cada vez mayor sobre el impacto económico derivado de la transformación de ideas en bienes y servicios de carácter simbólico -del orden del 6% del PIB mundial o 4,8 billones de dólares en 2015- se suman diariamente miles de nuevos emprendimientos que están redefiniendo los fundamentos de cómo vivimos, trabajamos y percibimos el mundo que nos rodea. Para apreciar su significado, basta con tomar un smartphone –tal vez está leyendo este artículo en el suyo, – y contar el número de aplicaciones que nos permiten acceder a música, videos, televisión, videojuegos, redes sociales, películas, museos y galerías, fotografías, revistas y ¡hasta teatro en vivo!
Y esto es solo el principio.
Colombia tiene ocho millones y medio de jóvenes entre los 15 y los 24 años. Esto significa que, para su inclusión económica, tendremos que crear un millón de oportunidades cada año. Estas oportunidades solo vendrán marginalmente de actividades agrícolas, extractivas e industriales tradicionales.
La buena noticia es que Internet somos todos los que estamos conectados a ella. La mala es que media Colombia sigue desconectada, y para efectos prácticos vive en un mundo que pronto dejará de ser viable.
Hoy tenemos nuevas oportunidades: una economía digitalizada, en la que el valor agregado lo generan los conocimientos y la creatividad. Por eso, tenemos que asumir el reto de convertirnos en líderes de una industria mentefacturera, basada en las conexiones, los intercambios de ideas, las redes de personas, las tribus urbanas y los mercados de nicho globales.
Ahí es donde nuestros sonidos, colores, lenguas, tradiciones, gastronomía y talento se mezclan con nuevas tecnologías para para hacer realidad las promesas de un mundo naranja. Uno que se adapta a giros cada vez más veloces, respondiendo a la desaparición de empleos analógicos con emprendimientos dedicados a generar diseños, videojuegos, apps, animaciones digitales y cualquier nuevo formato digital interactivo que nuestros jóvenes se puedan imaginar y crear.
El reto que tenemos es comprender que el mundo previsible y de cambios lineales al que nos acostumbramos en el Siglo XX desapareció. Si no lo hacemos, además de encontrarnos prendiendo y apagando los faroles de consignas anacrónica, habremos desperdiciado la oportunidad de activar el valor infinito del talento de nuestros jóvenes y liderar a Latinoamérica desde la Revolución Industrial 4.0 hacia una Era del Conocimiento.
lucita
es una necesidad sentida, es un sueño que debe ser hecho realidad expandido porque esta en la vida de todos, EXISTOS.