¿Alguna vez te has preguntado por cuántas manos pasan los objetos que compras, antes de comprarlos? Alcanzas a imaginar si dichos objetos tuvieran oídos o boca, ¿cuántas historias podrían contarte?
Yo he estado aquí incluso desde antes de la conquista, he visto cómo cambian los tiempos, las montañas, las ciudades, las calles y la gente, puedo asegurar que algunos me han dejado en el olvido, casi agonizante, mientras otros con sus manos trabajadoras tratan de hacer que reviva tras cada puntada. He visto sangre, guerras, hambre, violencia, pero también he visto esperanza, trabajo duro, familias y tradiciones. Soy la artesanía colombiana, habito en cada rincón del país y muchas veces disfruto viendo cómo un colombiano o un extranjero me aprecian y quieren llevarme consigo.
La historia que voy a contarles aquí no me toma muchas palabras, pero sí abarca muchos años de memoria, y es que desde hace muchos años habito aquí, pero fue después de la conquista que mi esencia mutó. Antes me vestía de rusticidad, hasta que llegaron nuevas técnicas e instrumentos que quisieron cambiarme el look y lo lograron; en ese momento comprendí que los tiempos no sólo cambian la forma en que piensan las personas, sino también cómo se ven y eso me incluye indudablemente.
He acompañado por años y años a cientos de indígenas que me aman y por eso he logrado darles sustento, y aunque tal vez son ellos los que mejor me conocen y guardan consigo memoria histórica, a veces es la historia la que los ha olvidado a ellos. Esto que les cuento, no es más que un relato para narrarles que una vez casi muero y ahora me siento tan viva como al inicio. Estos tiempos son distintos, veloces, prácticos, pero también muy hábiles y con ansias de expansión, a esta época yo le he llamado el renacer de los oficios, y se debe a que muchos han puesto los ojos en quienes me conocen y saben construirme; otros quieren aprenderme y maravillosamente, a pesar de todo, he ido de generación en generación llevando la herencia de mis ancestros, miles de abuelos que me han contado sus alegrías y tristezas más grandes, una tierra próspera que se ha caído miles de veces y aun así sigue intentando levantarse.
Es por eso, que aunque casi muero en el olvido, sigo llena de memorias y seguramente después de leer esto sabrás que cuando compras artesanía, no has comprado un objeto, sino un cúmulo de historias que alguna vez me fueron contadas a través de manos de artesanos que permanecerán dentro de cada tejido y cada puntada que me de vida.