Un par de gruesas lágrimas descendían por sus mejillas, pensó en mí, pensó furiosamente en mí, pensó furiosa y maldicientemente en mí, pensó furiosa y maldiciente y blasfematoriamente en mí, pensó furiosa y maldiciente y blasfematoria e hijadeputamente en mí, se dijo que ya no me vería más, se dijo que me amaba (…) se dijo cuán ridícula es la vida, y cuán ridícula será mi muerte, se dijo muchas cosas que dejaron muy mal parados al cielo y la tierra, porque la proximidad de la muerte es peor que la muerte misma
-Germán Espinosa en “La Tejedora de Coronas”
Marcaban las 10 30 am en el reloj de la sala de espera del Le Pomme Bleu. A esta hora me llamarían para reincorporarme al Le Combat Libertaire, el periódico clandestino más difundido de Lyon y poblados aledaños para continuar mi trabajo de editor y redactor, luego de tres meses fuera, en las afueras de la urbe, que hoy como por casi tres meses era tutelada por un firmamento que parecía imitar el color níveo pálido y monótono del cielorraso de este modesto edificio, mientras el periódico se reponía de una afectación económica y de amenazas a algunos compañeros por parte de la extrema derecha europea, sí, en el viejo continente se está también sitiado pero no se cuentan con la misma severidad la represión y el exterminio como lo que padecemos en los países que se sitúan más debajo de la zona del ser occidental, y sin ninguna dilación, te salutam tertium orbis.
Al final, lo que hacía en el periódico y mi contingente trabajo de conserje en la hostería no me parecía muy distinto, tratar con las miserias fisiológicas y anímicas de gentes anónimas; tratar de dejar limpio los excrementos literales y figurativos de esta parte de la humanidad, era un estado vital en que se trataba de abrir la catacumba siniestra de las más odiosas ignominias, para un exprofesor catedrático de antropología política en Colombia que por ser un don nadie no va a buscar sobrevivir como extranjero con el cartel en el pecho de “Refugiado político”, sino que se va amenazado de muerte y dejando atrás, no tanto un país que amaba por sentimentalismo patrióticos o algún síntoma luctuoso de esos típicos de la melancolía del inmigrante común, tan execrables para mí, sino más bien, como todos los exiliados, los lazos abstractos y caprichosos, más con compañeros y compañeras del transcurrir de una única vida, que por todo el compendio simbólico de la patria, la patria traidora, la que siempre pide sacrificios, llegásemos a encontrar exigencias iguales en todas las patrias y no dos existencias humanas iguales, amigos míos, que sin su compañía hicieran la vida peor que la muerte, parafraseando a Vargas Vila, un exiliado antes que yo y al igual que yo, que quería escupir ante el patíbulo. Con suerte de no haber sido acribillado o desaparecido por las manos diestras confesionales de ese florido y ubérrimo y al mismo tiempo oscuro país de incuria y miasma apretado entre el océano atlántico y el pacífico.
Después del susto de muerte, dos amigos pertenecientes del colectivo anarquista de Lyon me ofrecieron en cuanto de inmediato se apercibieron de mi situación acogida en Francia y se encargaron de todo el trámite para mi diáspora furtiva. Lila se quedó con un beso mío en la frente en el aeropuerto, yo no quería que a ella le pasara nada por mis voluntades, de ser por mí tal vez qué me hubiese importado aceptar la muerte como el precio por trabajar con las comunidades campesinas del nororiente, en la construcción de un proyecto de producción agraria y planeación organizacional solidaria y autogestionada con los recursos de todos, para lo que destinaba parte del ingreso de mis cátedras, pronto fue el objetivo militar de los paramilitares y los gamonales terratenientes de ese corregimiento ubicado en el magdalena medio que nos asociaron con la subversión, la rebelión de peones y que la desidia central y cómplice del ladino estado pasó de nuevo por alto. A Camilo Castro y Pedro Velásquez, dos de los campesinos líderes que conmigo dirigíamos el trabajo los habían torturado y pronto tuvieron que abandonar sus tierras, yo me salve por azar de no haber estado con ellos cuando sucedió el ultraje en la casa comunal de la vereda S***, pero a los pocos días, Lila se empieza a inquietar de las numerosas llamadas y notificaciones que me maldecían y me anunciaban la muerte segura si seguía tan campante con la vida que había construido, anarco malparido, ábrase guerrillerito o lo estripamos, que le tenemos la pista. Lila colgaba el teléfono perdiendo la lucha por retener el llanto, suerte que por esos días se quedaba en mi casa para avisarme, pues yo la mayor parte del tiempo estaba fuera en el proyecto, que se vino todo abajo en consecuencia, o en la universidad, y en las noches por desgracia, pero lo que más extraño, eran nuestros ratos y espacios donde nos arrojábamos a nuestros festines de tertulias intelectuales que rematábamos con la pasión carnal en las primeras horas del día siguiente, ah, dichas de los cuerpos en el mundo.
-Debo pues irme, más por miedo de que esos hijueputas te hagan algo, de todas maneras pude conseguir que unos amigos franceses que me dieron luz verde para entrar en el país trabajando como escritor-le digo como en un estado de sonambulismo y algo farfullado luego de darle vueltas sobre su eje a la botella de póker sobre la mesa por tres minutos mientras nos dejábamos llevar distraídos por el fragor de la estrecha cantina y evitábamos los dos tocar el tema de una manera pueril-.
-Rodrigo, pero mira lo que dejas, tu puesto en la universidad y todo el trabajo de 5 años que has hecho, además por mí no deberías preocuparte, es tu vida la que está en riesgo, yo podría estar ajena a esos abyectos intereses, no vivo contigo, no es tan fácil que nos asocien con nuestra relación. Podemos mirar cómo conseguir protección…
-No, Lila, a mí son los tentáculos silenciosos del estado los que me quieren silenciar, le estoy pidiendo refugio a mis perseguidores de hacerlo, y reitero, no te quiero poner sobre todo en peligro a ti, por ejemplo, esa gente perseguirá y se valerá de todo lo que pueda afectarme, de todo para exterminar, no es gratuito lo que le ha estado sucediendo en esta convulsa última década a la Unión Patriótica, por ejemplo, y yo que no hago parte de ningún partido ni movimiento social estoy más vulnerable aún, los que nos movemos dentro de las corrientes ácratas somos blancos más solitarios por nuestro recelo a la estructura política jerarquizada, no contamos con ninguna especie de ayuda oficial… cualquier cosa me pondré a hacer, el caso es que debe ser de inmediato, aquí no son juegos este tipo de cosas, tú lo sabes bien, todos rutinariamente lo saben, aquí no cuesta nada eliminar a un fulano como yo que en las marchas autorizadas por el estado se recordarán y se pedirá justicia y reivindicación por los asesinados que éste mismo colaboró en cometer. Y la verdad aunque me resulta molesto pensar en convertirme en un ícono, me dolería terminante e incurablemente más que te hicieran algo por mi culpa, por haber tenido tú la mala suerte de compartir con un revoltoso profesor que nada más merece morir por insolente.
-… Así de revoltoso eres cuando llegas a oscuras a meter los dientes en mis bragas ¿no?… Ay, Ríete, tonto… Yo sé que no hay nada de broma en esto, y no necesito que me recuerdes lo que se ha erigido como lo obvio, ¿Qué fuera de este mundo con tu insolencia, Rodrigo? Si crees que es el exilio lo mejor, está bien, sólo digo que te puedes aprovechar de tu posición en la academia para pedir ayuda, sólo buscar si hay una opción de conservar lo que has hecho, sin destruir todo, el escándalo, hay también cosas útiles en el aparato para defenderse, hablas como si ya te hubiesen asesinado, aún no es inminente, pero entiendo tu desconfianza, sin embargo ponerse más trágico ¿Para qué? Me basta ya con que te vayas lejos, sin conocer a nadie y tal vez a pasar hambre para amargarme las próximas semanas, digo pues, para no pensar que no vas a volver…
-…
-… Vámonos ya, te ayudo a empacar mejor, de una vez.
-Sin mí estará mejor para ti.
-…
Tengo recuerdos borrosos de la ida al aeropuerto, del compro del tiquete, de la resignada sonrisa de Lila cuando de repente dejaba de mirar como los barrios de la ciudad corrían rápido en dirección opuesta al trasegar del taxi y me miraba de soslayo y luego volteaba todo su rostro y posaba en el mío esos ojos ocres y casi mongoloides de esa herencia indígena suyos, los auscultaba, al instante le besé uno y luego el otro, y esa sonrisa trise y como sarcástica permanecía, esa sonrisa que queda del abismo en el que se pierden sus sinapsis. Me bastó esa imagen para recordar que esa madrugada había existido; dormí en el avión, ni siquiera me importó tener problemas por los papeles falsos con los que logré el acceso a Francia, Por el transcurso de 3 horas hasta que Julia y Jacques aparecieron para recogerme no me importaba en absoluto nada, me invadía un sentimiento de destrucción terrible, resquemor de la incertidumbre que se posaba en una vida de cierta forma óptima, que no caía en el idealismo que vende la sociedad de consumo pero que parcialmente era sólo un bienestar atmosférico, con los proyectos comunitarios, con los demás seres amados, amor pasional e indecible a Lila, amor a Camilo, a Pedro, a Rosita Atehortúa y sus dos niños, a la comunidad que me recibía al fin como un amigo, solidaridad, ¿otro ideal? Sí, al menos no tan mezquino y normal, y sobre todo ajeno al canon del Amor con A mayúscula, con sus valores individuales y monogámicos, con su interés asociado, con su calculada utilidad, con su naturaleza antilibertaria y constreñidora, qué valores nuevos se estaban llevando a cabo, había sido arruinado todo, me enfurecía de una manera seviciosa, lo único que me sacaba de ese letargo de dolor sordo e inconsciente, ese dolor que va como correlato de la conciencia de estar existiendo ahora mismo después de abandonar un período de relativa felicidad, cuando nos volvemos contra las estructuras y percibimos a ultranza su inmenso poder, cuando por fin nos agarra apretando los puños rencorosos e inquisicionales después de ser sus plagas escurridizas, ahí nace, después de la rebelión, la pesadumbre existencial, de la debilidad en comparación con lo normal, mil batallas sanguinolentas, a pesar de balas, escudos y garrotes de manos policiales, de las macabras ejecuciones extrajudiciales anodinas para la oficialidad que se queda en impertérritos transcurren en todos los tiempos modernos por transgredir lo legal, más bien por reformarlo, por “conquistar derechos”, pero lo normal, su sustento, queda siempre implícito, atávico, incuestionable, el fundamento siempre es correcto y nadie se atreve transvaluarlo, lo pasa por alto y siguen encadenados por éste, la manera de vivir es una, ecuménica, los Valores, con V mayúscula, los modos de existencia, los transformo, me rebelaba, Nietzsche, por eso me quieren matar. Mientras esperaba sentado en un frío andén de esa París que no me miraba, como no se mira a quién se sienta al lado en el transporte público, adusta con ese desconocido de lengua extraña, eran los ojos pesados y la sonrisa sórdida de Lila que me maldecían en cierta manera. Me sacan de aquella narcohipnia la mujer y el hombre franceses al llamar mi nombre y dejo de rememorar.
Portada: “Red man” de Jean-Michel Basquiat
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