Editado por Leo Hernández
Acercase a un texto literario cualquiera, de cierta forma, supone en un profundo acto de fe; significa entregarse sin aspavientos a las páginas y palabras que van discurriendo frente a nosotros. Quizás, la labor del lector se ve destinada a los cauces de la estupidez pues, si se le ve desde la distancia, hay que estar sumergido hasta la coronilla en el denso fango de la tontería para dejarse contagiar hasta la médula por personajes que no son más que un producto de la imaginación. Por tal razón, la necedad es una parte indisociable de la literatura. Este hecho lo tenía bien aprendido Erasmo de Rotterdam, quien en su texto “Elogio de la locura (o de la necedad, según la traducción)”, realiza un viaje ditirámbico a través de la locura como personaje, como cualidad y como una forma de habitar el mundo.
Entrar a las páginas de Rotterdam, a través de sus 68 capítulos, es también poder presenciar un momento, captar un instante de la historia a través de los lentes de un erudito a quien poco le importa su erudición escolástica, ya que hace un llamativo tránsito al más claro humanismo renacentista. De allí, que este texto sea, a su vez, dos textos: una cómica pieza literaria y un profundo estudio, casi antropológico, de uno de los matices más fructíferos del humano: la locura. Por esa razón que este texto ha sobrevivido a 500 años de devenir literario. Por su profundidad discursiva y retórica ha dejado trazos en la obra de Zizek, Balzac, Vila-Matas y más cercano, R.H Moreno-Durán. Las palabras de la locura que es mujer, son una forma de materializar un elemento difuso, de darle cuerpo a una visión del mundo además de darle voz a quien ni garganta posee.
La locura como personaje:
Erasmo de Rotterdam realiza un trabajo que lo podríamos ver como un verdadero hito en la literatura, cuenta su historia en primera persona a través de un personaje que viene a ser no más que característica. Su labor literaria aquí es fundamental, pues está bajo la misma línea griega de dotar de personalidad a un matiz de la personalidad de los humanos, por medio de las deidades. A lo que me refiero con esto, es que Erasmo crea un personaje a partir de uno de los elementos de los humanos, de allí le permite a este personaje tener voz, cuerpo, una ascendencia, unas ideas propias y una forma única de ver al mundo. Esta locura es hija de Pluto y Heda, dos dioses que contienen a su vez unas características del poliédrico entramado humano. Ambas, son heredadas a su hija la Locura o la Necedad para crear su personalidad chabacana, contradictoria, locuaz pero ante todo, profundamente cómica.
La Necedad como personaje está dotado de matices que le permiten actuar como un ser independiente del autor, por tal razón, si bien cada palabra proviene de la pluma de Erasmo, esto no significa que ella no pueda hablar por sí misma, llegando a adjudicarse la felicidad de la vida, el condimento ideal o la salsa fundamental para que este monótono devenir, no se transforme en un agobiante lastre con el cual cargar.
La filosofía de la risa:
Es en la comicidad que encarna La Necedad, es donde reside la importancia del “Elogio de la locura” en la historia de la literatura, ya que le permite al lector sonreír, le da la posibilidad que Rabelais exalta como fundamental: burlarse, hacer mofa de la vida, de las desventuras a pesar de la solemnidad que trata de atrapar a la desenfada comedia. La risa, en ese contexto, supone toda una revolución, pues si algo ha caracterizado a la filosofía escolástica, la cual entonces era la dominante, es su falta del sentido del humor, de reírse de los demás y de ella misma. Por esta razón, Erasmo creó una pieza literaria que iba en contra de los preceptos de la época, sentando así la base para el humanismo, basándose ya no solo la locura como forma o característica de lo humano, sino también la burla como una manera de filosofar, de hacer de la labor de pensar y hablar un acto menos anquilosado y dogmático, sino un hecho influido por la libertad.
La filosofía de la risa pasa a ser el quid fundamental del texto ya que con su tono sarcástico va otorgándole preceptos al lector los cuales le permiten tener una lectura diferente del texto, una más amplia que va por caminos más interesantes que el recuento escueto de La Necedad parlanchina y casquivana.
La lectura de esta pieza hace parte de la estupidez que dije, es la característica más resaltable del lector pues es solo de Necios o Locos (ejemplares como El Quijote o Hamlet, ambos enfermos de literatura), fatigar horas de la vida en el vano ejercicio de leer las diatribas de un cuerdo que gusta posar de loco y sentirse identificado, además de conmovido en el proceso.
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