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Delirio

* Portada por: @renzotubines 

Te destrozó el indispensable sentir de su compañía, la silenciosa revolución de aquel pensamiento, ingrato e ilógico, sincero y despiadado, ajeno para el insensible, desconocido para el ignorante del sentir.

Te embriagabas con el sonido de su voz, condenada a surgir de sus internas cuerdas vocales, explotar en desiertos artificiales como los eran tus segundos, alterados por las exactas aritméticas del ser previo, alteradas por los pasos de las multitudes y el sonido de sus desgracias. Besabas la nicotina mientras te apoyabas en el muro del balcón para no caer al vacío de la reflexión profunda, un incendio por una colilla en el piso, un incendio en tu corazón inflamable.

Búsqueda exhaustiva en la explicación de su alergia a tus verdades, verdades infectadas, cítricas y amargas como el espresso derramado, el sabor de la canción en la guerra, como lo contrario a la narcosis del vagabundo a medianoche.

Tus pulmones, ya sin aliento por tanto shock, por tanta ilusión de amor y muerte, la pesadumbre de no escribir su llegada en el cuaderno de bitácora, de dejar que se fuera con disgusto, sin animo, sin expresión. Flotantes sentimientos que manifestabas en la penumbra de su corazón, umbra en su conciencia, cuando tu esencia fue más poderosa que el mismo pasado inerte.

Sus palabras eran tu aliento para llenar el vacío, motivación venenosa. El veneno no se consume, se percibe y vive. Sus palabras son tu condena por haber acudido a ella y no morir en el intento, por persistir en el microscópico rastreo de ti y encontrarla en tu desgraciado camino.

¿En que has pensado?

¿Qué has hecho?

Caminaste con la percepción y ahora te acusan de delirio.

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