* Portada por: @juandavidramirez
No sé si será normal imaginarse incontables veces, al cruzar la calle, el posible choque del cuerpo con algún bus (buseta, colectivo, transmilenio). Entonces mientras se cruza lentamente hacia el otro lado, hacia el otro andén, se mira fijamente esa máquina que en contados segundos podría matarnos ¿Parar o seguir?
En cambio, la perspectiva dentro del bus es otra, podríamos estrellarnos en cualquier momento con la mirada de la persona que está al lado y morirse de repente, de una pena estúpida, de un rencor ignorante o aún más peligroso, del espejismo de enamorarse. Miradas fulminantes, miradas vehiculares.
Después de todo uno es la construcción de choques y estrellones, fíjese bien que dije estrellones y no estrellas, porque ésas siempre se estrellan antes que uno, mientras se cree que al mirar al cielo la luz sigue ahí, ya pudo tener su propia mutación, su indefinida metamorfosis. Los fantasmas del abismo y del vértigo. Es así como recaigo, retorno al carro.
Olvidé mencionar que la sensación de choque es más atractiva de noche, entonces se camina más lento en la carretera, porque cuando esas luces se acercan, se rompe la lejanía simbólica con las estrellas, una metáfora se nos presenta, entonces se puede decir que uno si se iría al cielo y se le estrellaría justo en la cara.
Un día me voy a caer de cara en el cielo y ese día será maravilloso.
La gente teme ese contacto, la gente teme que alguna parte de su cuerpo vuele por los aires; atemorizados por el desenlace que radica en un comienzo. Pero si ustedes nacieron de un magnicidio, pequeños, nadando en el caudal del semen, en donde dieron con un móvil mucho más grande que los mecanizados, el óvulo. Les recuerdo, que luego de chocar, sus partes se expandieron por la galaxia de la madre. Cruzaron ese espacio paralelo, justo por el agujero negro.
A ustedes no les dieron la vida, se la estrellaron.
Cuando un bebé nace, le exigen que llore o si no le pegan. Los nacidos que no lloran, no respiran. A los infantes al transcurso de su vida se les presenta como cura los abrazos y besos maternales ¿Qué será de los huérfanos? que los carros los alumbren con sus luces por las calles, mientras caminan mirando el firmamento. Mientras dicen: Un día me voy a caer de cara en el cielo y ese día será maravilloso.