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Nace un indie-gestor | Charla de Gestión Cultural

8 de octubre – 2:00 pm | Taller de gestión cultural
Lugar: Sala Estrecha

Dirigida a: Músicos de todos los géneros, creadores, gestores culturales y público general
Duración: 3 horas
Aquí un adelanto…

Desde hace unos años en toda Latinoamérica, y específicamente en Colombia, los artistas hemos asistido a un proceso de “formalización” de nuestro oficio. Este proceso ha estado liderado por diferentes entidades como Ministerios, Alcaldías, Secretarías de Cultura, Cámaras de Comercio, etc. La premisa es muy sencilla: no basta con ser buenos en lo que hacemos, tenemos que ser empresarios de nuestras carreras. Esto significa, en primera instancia, desarrollar competencias en campos como mercadeo, derecho (en diferentes especialidades), contabilidad, administración, comunicación social, entre otros. En segunda instancia debemos constituir empresas. Por eso en Colombia, en la actualidad, es prácticamente imposible presentarse a alguna convocatoria u ofrecer algún servicio ante las entidades públicas locales o estatales –tristemente los principales mecenas de la cultura- sin cumplir con este requisito.

Hasta acá la cosa va bien. Como el propósito de estas entidades es que progresemos, crean normas que nos obligan a constituir empresas. Pero claro, no aspiran a que nos volvamos empresarios de la noche a la mañana. Para que podamos enfrentar el reto de pasar de ser simples artistas desconocidos a exitosos empresarios se ofrecen toda clase de talleres y capacitaciones. En cuanto a los expertos que dirigen estas capacitaciones hay dos tipos. Los primeros son empresarios que no tienen nada que ver con el mundo de la cultura -o que vienen directamente del entretenimiento-. En el segundo grupo están algunos empresarios de la cultura que casi siempre son ex empleados de estas entidades públicas que se empeñan en formarnos.

En lo que ambos tipos de especialistas están de acuerdo es en entender lo que hacemos, simple y llanamente, como un negocio. Su manera políticamente correcta de expresarlo es diciendo que hacemos parte de las “industrias culturales”. Si hablamos de industria hablamos de insumos, de cadena de producción, de mercancías… Y claro estas mercancías hay que venderlas. Esto nos lleva al mercadeo. Por eso se nos pide que hablemos de nuestro arte como producto, del público como comprador, de nuestros colegas como la competencia. Como el mercado es el que manda y en nuestro mercado la calidad no es un factor importante a la hora de consumir cultura, nos informan que debemos replantear nuestro desmedido interés por la calidad. No importa tanto si lo que hacemos es bueno, pero es indispensable que sea diferente, fácilmente reconocible, y, más importante aún, novedoso. Para cada uno de estos factores hay una palabra en ingles que lo resume y define de forma perfecta y que es importante aprender. Yo no lo he logrado.

Una vez que estamos adoctrinados, quiero decir capacitados, estamos listos para asistir a las ruedas de negocios. Importantes programadores internacionales vienen a descubrirnos para llevarnos a sus grandes festivales o muestras principalmente de Europa -donde la gente sí es culta-. Pensamos: ¡Allá sabrán entender nuestro arte! ¿Arte? Pero un momento, ¿es que no entendimos nada? Pues claro que no. Pero bueno, no importa. Para eso están las ruedas de negocios, para que nos estrellemos contra el mundo y afortunadamente están los programadores internacionales para recordarnos las lecciones. Lo importante es que el producto sea diferente, que sea reconocible y que sea novedoso. ¿Quedamos? Pero, no es tan fácil. Estos tres factores deben estar enmarcados en los criterios subjetivos de estos programadores sin dejar de tener interés cultural. ¡Alisten sus taparrabos!

Al cabo de varias ruedas de negocios y mercados de diversa índole unos aprenderán y otros tiraran la toalla. Incluso algunos recibirán invitaciones a Europa. Pero un momento, los programadores no pagan pasajes internacionales. Lo que si ofrecen es una carta de invitación para que el gobierno que fue tan amable de invitarlos a conocer Colombia se encargue de los gastos del grupo que está invitando. Otra opción, claro, es aprovechar esa primera invitación para empezar a gestionar una gira, contactar con otros festivales, bares… como quien dice: armar el circuito. Esa lección se aprende casi siempre en el quinto o sexto mercado, así que paciencia. Los que van a Europa se devuelven llenos de deudas pero con el corazón contento. Luego de abrir la tarima 33 a las 2 de la tarde, pasearon, conocieron, se tomaron fotos y lo más importante: ya pueden poner en la hoja de vida de su flamante empresa -digna representante de la industria cultural colombiana- que fueron a Europa.

Y hablando de empresa, éste es el momento de poner en práctica todo lo que aprendimos en las capacitaciones y que nos empeñamos en pasar por alto. Es hora de volver a la cruda realidad. Es el momento de recordar cuando el experto empresario nos decía: si sabe hacer canciones ofrezca sus servicios para hacer jingles, si es bueno con el público, anime reuniones infantiles, si compró un sistema de sonido para ensayar alquílelo para matrimonios, si es tan buen guitarrista de clases… La cruda realidad es que hay que trabajar, así que trabajamos y no nos va mal pero no es lo que queremos. Nos hemos formado para ser empresarios exitosos de nuestras propias carreras y no podemos conformarnos con menos que con el triunfo. Es momento de preguntarnos qué hicimos mal, en qué fallamos. ¿Es la hora de cambiar el estilo de la banda? ¿de hacer canciones más alegres? ¿de subir el beat? ¿de prescindir del bajista poco carismático? ¿de invertir en ropita? ¿de replantear las letras? ¿de ponerle coro a las canciones? ¿de cotizar el cambio extremo?

Yo digo que no es el momento de preguntarse qué hicimos mal, ni de replantear lo que hacemos en los términos del mercado. Digo que es el momento de cuestionarnos qué tanto de verdad hay en estos postulados del empresarialismo (¿sería mejor el sufijo itis?) y su discurso equívoco sobre las “industrias culturales”. Digo que es la hora de reivindicar el trabajo que hacemos a diario -y que nos da de comer- sobre el exitismo que nos inculca la lógica del mercado. Digo que debemos entender y dejar claro que no necesitamos que se nos civilicen. Digo que debemos dejar de usar las palabras que nos han impuesto para referirnos a lo que hacemos y reinventar unas nuevas si es preciso. Digo que debemos preguntarnos, eso sí, que nos mueve a empeñarnos en el arte. Y para decir éstas y otras muchas cosas es que he decidido crear este blog. Si les aprovecha, mejor aún.

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