Entre los alaridos de alegría por la llegada de las vacaciones, Diomara, cinco meses menor que Joselito, llora en silencio. Él -vagabundo en formación- había dejado de compartirle su lonchera aquel día de junio. Ella -necesitada por profesión- en un berrinche poco importante para el mundo, pero determinante para la mocosa, lloraba silenciosa e imaginaba que el arcoíris se derretía

// El tipo camina despacio entre la multitud agitada por el pánico de la hora pico. - Señora, disculpe usted, ¿tiene valeriana? Con una gabardina -tan inglesa como las cabinas rojas de teléfonos- camina, esquivando con tranquilidad miradas de odio y reproche. - Recuerde que debe tomarla al menos dos veces por días, cuando hay sol y al menos cinco, cuando hay frío. Entre tanto

 // Ilustración por Felipe Castaño (Publicada en La Astilla en el Ojo // Ciudad Gótica) Queda usted de testigo, me dijo y corrió con velocidad. -Yo sólo miré cómo la noche espesa y cruel me acompañaba, abrazando el miedo que me subió de la séptima a la diez. No logré correr tanto como él, pero estoy seguro que el miedo, mi miedo, le ganaba a

Existen terrazas desde donde se puede mirar el alma del que está mirando. Esos lugares, tan mágicos como peligrosos se hayan más allá de la línea que separa el pecado de la culpa. Para subir a ellas es necesario dejar a un lado lo aprendido, desaprender; es una exigencia saber qué se sabe para olvidarlo, o al menos, para cuestionarlo hasta lograr la negación

  Sólo se necesita vivir para entender la muerte. Sólo se necesita leer para entender la muerte. Sólo se necesita vivir para entender la muerte. Andrés lee: Sólo se necesita vivir para entender la muerte; sólo se necesita vivir para entender la muerte y la muerte sólo necesita de un vivo para entenderlo muerto. Andrés vive entre dos paredes de libros, una gruesa, alta y firme y otra

Son pasadas las tres y la ciudad está gris. Camila espera a la entrada de un cine del centro a Juan, su novio. La película inicia y en la pantalla saluda sin gracia pero con mucha expresividad una actriz flaca, alta y llena de maquillaje en la cara.   - Vamos tarde; ya tengo las boletas y hoy no quiero maíz. Sale de una esquina un

El séptimo día: DIOS DESCANSÓ. No habían pasado tres meses desde el diagnóstico certero y cruel, en ese consultorio blanco y frío. Mariana lloraba desesperada; Leticia era positiva. Fernando, sin saber mucho, sin querer saber más de lo que ignoraba escuchaba al viejo bigotudo decir:     Leti, lava los platos de un almuerzo hecho a las carreras en un lunes caótico; como

 No inicié doblándote en partes iguales, seguro por eso ahora no te noto perfecto, estable, armónico ¡NI SIQUIERA AGRADABLE! Debí doblarte en dos partes iguales, en una dejar lo menos malo, en la otra lo que queda: putrefacción. Una vez equilibrados los lados, debí trazar imaginariamente una línea perpendicular entre la corona de tu cabeza y el brazo áspero que abraza

- Mamá, déjame preguntarme muchas cosas. - No Sofía, solo pregúntame lo importante. Pero sí, todo es importante.  - No mamita, lo importante es importante dentro de lo importante. Entonces te voy a preguntar algo muy importante: ¿Qué es la guerra?    En Colombia el conflicto no se firma en una mesa, así la mesa hable de paz. En las montañas no sólo se violentan mujeres, niños, ancianos y

Terminar no es siempre terminar, de hecho suele confundirse con empezar, así tampoco siempre lo sea. Cuenta el libro de María que en la página 243 las letras terminan tres renglones después de haber iniciado esa triste hoja. María lloró y lloró, no por terminar el libro, sino por pensar en Luis: peculiar hombre, de dientes  grandes y amarillentos que con su aliento

No existen, no existirán, no han existido seres perfectos. Héctor es un ser común: tan común como la búsqueda desesperada por la perfección. Su cabeza, la de él, es perfecta: lo suficientemente redonda para ser reconocida como cabeza, lo suficientemente ancha para contener un cerebro, lo suficientemente suficiente para tener: dos ojos, una nariz y una boca. Héctor parece perfecto

La raíz de esta planta es profunda y frágil ante el olvido. Un roble, no es. Los lunes el odio de los domingos, días de disfrute para unos y dolor para otros, le recuerdan al árbol lo feo que se puede ver. Los viernes, después de horas de sueño, el árbol tiene un nuevo olor, una nueva forma, se ve mejor; pareciera

Ladran en un callejón de esos que no se ven por acá, un perro de esos que no miramos con facilidad: negro, viejo, grande, chandoso y con chanda. Ladra con agonía, propia de las frustraciones que dan un apartamento de soltero, una vida de soltero; la importancia de vivir lo que se ha vivido siendo soltero sin querer serlo. Los colores no son colores, son