Entre los alaridos de alegría por la llegada de las vacaciones, Diomara, cinco meses menor que Joselito, llora en silencio. Él -vagabundo en formación- había dejado de compartirle su lonchera aquel día de junio. Ella -necesitada por profesión- en un berrinche poco importante para el mundo, pero determinante para la mocosa, lloraba silenciosa e imaginaba que el arcoíris se derretía