Establezco un diálogo y exploración de los aspectos exteriores del rostro con sus posibles máscaras, conformaciones estéticas y de lo que está bajo la piel, marcando un contraste y una tensión entre ambos.
La carne, como símbolo del cuerpo en tanto materia orgánica cargada de deseos poderosos, muestra a la vez, cuando queda expuesta, su fragilidad, y despierta un sentimiento de lástima y dolor. Tras la máscara de carne el chispazo del alma proyecta y comunica con la mirada.
Por el lado de fuera, sobre la piel, el rostro desarrolla actitudes, desglosa una posición subjetiva más o menos fija y forzosa, de acuerdo al modo en que uno quiere ser reconocido a partir de criterios culturales de convivencia. La materialización de varios caracteres, la ficción psicológica se hace visible en las pre¬sentaciones artificiales como un proceso impulsado por imperativos exteriores. No obstante las variaciones de las máscaras simbolizan la lucha entre aspectos intrínsecos e imposiciones culturales del contexto. La secuencia de máscaras, vista en conjunto, completa un tiempo elástico de permutaciones, una aventura liberadora que sugiere una realidad oculta más allá de cada una.