The Bastards / Andrés Felipe Manzano García
Siendo poseído por la ansiedad, el miedo y un desorden de personalidad asocial estoy atacando mi mente con pipazos de cripa con hachís para no sentir el pesado pasar de las horas en el que estoy solo pensando en salir a la calle y patear unos cuantos fulanos en la cara, hacer correr a los hippies que me encuentre en mi camino o solo volver a tener dinero para comprar mi opio diario, la cerveza.
Me veo en mi cuarto desdoblado en 4 entes que se encuentran regados por mi hogar, cada uno con sus características peculiares y con una visión facilista de ver arder el mundo, o simplemente ver a alguien sangrar sobre una mierda que es su triste realidad.
Ahora iniciare describiendo al primero de ellos. Es un bonehead de 102 kilos, 1.75 metros de estatura, ojos azul orfanato, vestido de jean Levis, camisa Fred Perry, tirantes blancos que van en paralelo con sus botas Dr. Martens de cordones blancos, en su cuello lleva una telaraña escarigrafiada con fondo negro, en su pómulo derecho tiene una suástica nazi y en el izquierdo el símbolo de Blood & Honour. Solo pensando en crear campos de concentración para neas, grillas, violadores, barritas, ladrones, timadores, traicioneros a la patria, indigentes, junkies, entre otros grupos sociales que este tenga entre ojos. En cuanto siente mi presencia y además observa que estoy tomando notas sobre él, se enfada y me golpea con su manopla en todo el centro de mi rostro…
Despierto horas después solitario, sangrando y con un fuerte dolor de nariz y cabeza.
Ahora continuaré con el siguiente ente, pero antes veo que está en una de las habitaciones acompañado por la junkie de Fuckville (dañándole la mente no más). Esa entidad está conformada por todos los deseos eróticos y sexuales que tengo reprimidos en mi psiquis.
A partir de este momento Agatha “la junkie de Fuckville”, así se hace llamar, me dice:
- esa entidad solo se puede satisfacer con una buena mujer que este sujeto dejó ir hace ya varios años y que hasta estos momentos no la ha vuelto a ver, y peor aún, no la ha olvidado… desaparecen en la oscuridad del cuarto, haciéndome cuestionar
¿Qué me espera con los siguientes dos entes faltantes?
Deambulo por un largo pasillo que parece que no tuviera fin, hasta que por fin llego a la sala de estar; allí encuentro a unos siameses parecidos a Johnny Quid, todos unos rocknrollas. Uno de ellos con la figura de un consumidor de Krokodil, Cocaína y Ketamina; se podría decir que es el ente más poderoso que podremos encontrar en mi mente, ideal reprimido de “que sería de mi vida si me inyecto o aspiro alguna sustancia X”. Luego de pensar esto se transforma en algo parecido al retrato de Dorian Grey. El otro en cambio está sosteniendo una pipa gigante cargada de todos los residuos de barbitúricos que han consumido con anterioridad; acompañado de una docena de chicas sexys que solo esperan realizar un blowjob, un gangang y un squirt masivo que inunde la habitación, y además de todo, lo piensan grabar a 7 cámaras.
Cuando intento dialogar con ellos se pierden en el aire cual humo de pipa y sin dejar pisquero alguno.
Todavía estoy acostado, vuelvo al lugar donde toda esta investigación psíquica inició. Describiré un poco este recinto. Es un cuarto de 4 x 3 metros cuadrados, decorado con ilustraciones; se observan varios materiales de trabajo como papel, lienzo, pinturas, lápices de colores, entre otros. Cuando acabo de escribir esto en mi libreta escucho una banda sonora de fondo, “Taxi driver” de Nach, me dejo perder en la melodía y resulto acompañado en el cuarto por la última presencia que me conforma, un conejo gris tatuado con toda la estética post – humana que desea tener inscrita e insertada en su ser. Este personaje se expresa a través de frases de películas y series de diferentes géneros, algo parecido al Sombrerero de Alicia. Se me acerca y susurra al oído: – “shshshshshsh”… – respondo ¿Qué? Y esta vez molesto me grita en el rostro – ¡DÉJALO IR!…
Despierto horas después recostado en mi cama, y cuando recobro el sentido siento una presencia a mi lado, un gran conejo blanco del tamaño de un pitbull adulto amante a las peleas, de ojos rojos y mirándome fijamente con odio. Luego solamente se transforma en el montón de ropa que está siempre a mi lado…
Con un silencio que se podía saborear en el aire, quedo como un ente más sentado en el suelo de mi cuarto, reflexionando ¿Qué camino seguir? ¿Qué regla romper? ¿Qué fulano golpear? ¿Qué sustancia probar? ¿Qué pintura ilustración, grabado, garabato, mural, performance, teoría o manuscrito hacer?
Termino con la frase que todo rocknrolla debería saber: “…lo que dulce empieza, amargo acaba y eso que amargo inicia, dulce termina… Es por eso que TÚ y YO AMAMOS las DROGAS”.
Johnny Quid, RocknRolla, 2008
9 de diciembre de 2016
Mr. Fuckever & Agatha “la junkie de Fuckville”