Tres
Ilustración por Felipe Castaño (Publicada en La Astilla en el Ojo // Ciudad Gótica)
Queda usted de testigo, me dijo y corrió con velocidad.
-Yo sólo miré cómo la noche espesa y cruel me acompañaba, abrazando el miedo que me subió de la séptima a la diez. No logré correr tanto como él, pero estoy seguro que el miedo, mi miedo, le ganaba a su velocidad.-
Eran las doce menos quince, el frío de la luna llena estaba ahí, conmigo y con él.
Me miró varias veces antes de esa noche, yo lo miré muchas veces antes de que él me mirara; en ese momento, ambos nos habíamos mirado varias veces. Sacó del bolsillo interior de su chaqueta un revolver, una pistola, una metralleta; una cosa que dispara… no las había visto antes, no las quiero volver a ver, seguro a él tampoco lo quiero volver a tener en frente mío; en frente el otro, ahora, siendo las doce veo como se desangra… tiene tres tiros, uno en la cara, uno en el pecho; otro en el pene. Grita sin mucha fuerza, sé que está vivo porque los muertos aunque griten no los suelo escuchar…
¿…Que no le hable como si estuviera escribiendo una novela de detectives?,
pues difícil señor agente, porque sólo puedo disfrazar la verdad para creerla y no sé de qué otra forma disfrazar un muerto…
Ay, trataré… Javier y yo salimos por primera vez esa noche, lo había visto antes, él me había visto antes, pero no sabíamos nada el uno del otro. Créame no tenia cara de matón. Esa noche, después de una película y dos cervezas, me abrazó, mientras me abrazaba le gritó el muerto: así lo quería ver maricón.
Él me retiró de sus brazos, se sacó una máquina mata gente y le dio tres tiros.
Me miró y me dijo: “queda usted de testigo” y no más.
– ¿Le resulta claro?
– Sí.
– ¿Soy inocente?
– No.
– Ah, ¿es que por ver matar a un vivo soy culpable?
– Sólo se pueden matar vivos señor.
– No, ustedes me están matando.
– Guarden al maricón que se delicó.