Travesuras de Varguitas
“Vargas Llosa vende más libros desde que sale con Isabel”, “Mario Vargas Llosa: ‘no es una aventura como las otras veces’”, “Isabela Preysler y Vargas Llosa de vacaciones”…
Ay Varguitas, creo que jamás llegaste a imaginar que ibas a ser víctima de eso que escribiste en “La sociedad del espectáculo”.
Qué se le puede hacer, la vacuidad de los media es incontenible, teniendo toda la potestad para hablar de “La fiesta del chivo”, “La guerra del fin del mundo”, “La ciudad y los perros”, “La casa verde”, las noticias no son en torno a tu obra, sino al romance con la hermosa Isabel. Tienes la culpa, seguramente esos periodistas solo leyeron “Travesuras de la niña mala” (y por ahí de paso “Los cuadernos de don Rigoberto”, otro de esos libros livianos).
Aprovecho el momento para expresar mi admiración por tu obra, creo que ella es reflejo de la tenacidad y el amor por la lectura; tus libros son un clarividente reflejo de esa condición de fanático de la que hablaba Sábato, la urdimbre con que cautivas lectores denotan paciencia y esfuerzo, no veo en tus libros la erudición esforzada de otros autores, no, lo tuyo es dejar que la obra hable por sí misma, con esmero y pulcritud, me enseñaste que como Flaubert le dijo a Maupassant: “el talento no es más que una larga paciencia”.
Desde hace rato quería escribir algo en torno a tus libros. Eres el autor que más admiro en Latinoamérica, a pesar de que he transitado más la literatura de otros. Pero a mí me basta con la historia de El Consejero, de El poeta Alberto, del general Trujillo, del desafortunado Mayta, para entender que eres un escritor prolífico y con retazos romanticones, a mí, voy a decirlo sin temor, me amenizaron mucho las noches que leí ‘Travesuras de la niña mala’.
Pasaba, en ese entonces, por un mal momento, y encontré en esa trama rosa y sencilla un escape a mis pesares, un sentimiento de solidaridad por Ricardito, y un amor profundo por la niña mala (¡todos hemos sido víctimas de una niña mala, hombre!). Inevitablemente, un deseo de llegar cuanto antes a las calles de París…y sí: La vie en rose.
Pero retomo lo de tu tenacidad, porque si hay algo que me gustan de tus libros es lo limpia que es la prosa, también, claro, la manera como logras que el relato fluya sin tropiezos, como el agua del río, y la concatenación de los personajes, los hechos, y el bien logrado juego entre el tiempo y el espacio.
Todo eso gracias a la disciplina, porque como lo escribiste en “Cartas a un joven novelista”:
Soy un joven esclavo que siente indignación por los titulares que hoy enlodan tu nombre. Pero es un sentimiento caprichoso porque sé que los que te conocemos por tus obras haremos caso omiso de la vulgaridad informativa propagada por los medios. Más bien aprovecho la oportunidad para el vicio solitario del que alguna vez hablaste, ese de leer, leer, leer… y escribir. Sí, tengo la certeza de que eres de los que escribe sobre lo que les sucede, de manera que espero con ansias la obra que escribirás una vez pase esto.
Con respeto y admiración –tan sincera que no me siento digno de una respuesta–, este bisoño novelista que sigue los pasos del travieso Varguitas.