Segunda Trampa de la Aprobación Social
Ahora vamos a analizar el fenómeno de la aprobación social desde un ángulo opuesto.
La tentación de emitir nuestras opiniones y punto de vista es ciertamente difícil de resistir, más en esta era de redes sociales donde cualquiera puede expresarse libremente, el concepto de libre expresión ha caído en un vago destajo de lo que en realidad es.
En primer lugar está la responsabilidad, pues es común que sólo se vea como un derecho.
Cuando expresas tu opinión, ésta tiene consecuencias (si, la palabra aparece una y otra vez); si alguien está en un momento vulnerable de su vida, posee un carácter influenciable o te ve en una posición influyente; podría tomar tu opinión sin meditar acerca de lo que podría repercutir.
Si el panorama no te preocupa, lee la primera parte (La Trampa de la Aprobación Social), renuncia a tus prejuicios y reflexiona.
Un ser humano podría definir el resto de su vida o al menos pasar por situaciones desfavorables, sólo con tu opinión y ni hablemos de cuando la persuades de un modo u otro.
El diálogo y exponer puntos de vista por otro lado, pueden venirle fantásticos a una persona que necesita tomar una decisión en su vida. Pero como interlocutor tienes la responsabilidad de no influir en el curso de los acontecimientos, por más que creas tener la razón o la verdad absoluta.
Deberías exponer los hechos con el tacto necesario para que sea esa persona quien tenga los elementos de juicio (no direccionados), y desde su propia evaluación tomar o no, una decisión que le satisfaga a ella, y no a ti.
Recuerda que sólo conoces una parte de la historia y las historias tienen muchas partes y variables imposibles de conocer; lo que hace que tu juicio siempre esté sesgado a tu ignorancia y a tus prejuicios.
Las frases cliché y las salidas fáciles saltan en momentos de aconsejar a alguien, pues muchas veces las personas sólo les interesa la anécdota y rara vez tratan de comprender la complejidad de los sucesos. Esto es un efecto adverso de la televisión, la Internet y todo medio de entretenimiento que simula la realidad, donde todo sucede en 26 o 56 minutos con suerte.
Por esto la gente olvida que hay momentos y situaciones, que no están en guiones.
También olvidan que sus vidas y las vidas de aquellos a quienes aconsejan son distintas, aún si fueran hermanos gemelos, su forma de ver el mundo, lo que para cada uno es importante y hasta donde llegarían por su felicidad; nunca serán iguales.
Vivimos la vida por una vez, por primera vez; nadie sabe a ciencia cierta cuál es la mejor decisión frente a una disyuntiva. A corto, a mediano o a largo plazo, todos estamos improvisando y haber pasado por una situación similar sólo te da experiencia en una de las millones de posibilidades y desenlaces.
Por tanto la segunda trampa de la aprobación social, es tratar de ejercerla. Buscar cómo convencer a alguien de algo de lo que ni nosotros mismos estamos seguros.
Y acá volvemos a los daños colaterales, que son aquellas personas que se verán afectadas por las decisiones que podamos influenciar en alguno de los implicados en cualquier asunto.
Por eso la próxima vez, antes de convertirte en un autor auto-superativo por una noche, más allá de tus buenas o no tan buenas intenciones; medita si tienes la disposición para entender y emprender la compleja tarea que supone intentar mirar en el corazón y mente de quien tienes en frente y eres consciente del alcance que tendrán tus palabras en su vida y en las de aquellos a quienes afecte su decisión.
Sé responsable con lo que sale de tu boca, podrías definir por completo la vida y la búsqueda de la felicidad de al menos una persona y seguro que serán varias las vidas que se verán afectadas por tus palabras.