Te extraño entera
Me encuentro en mitad de la noche sentado en el borde de mi cama, de esa cama que fue testigo de tantas y tantas noches de pasión, esa cama que se encargó de darle abrigo a tu piel desnuda en cada madrugada, esa cama que vio a nuestros hijos crecer, es esa misma cama que hoy me hace extrañarte cada vez más. El vacío sigue ahí.
Recuerdo que prometí amarte hasta el fin de mis días, y aún el futuro es incierto, pero sé que tu me amaste hasta el fin de los tuyos y eso me hace el hombre más feliz del mundo. No quiero recordarte, quiero tenerte, besarte, acariciarte, como solía hacerlo cada vez que llegaba del trabajo cansado y tu me esperabas en casa con esa sonrisa que siempre amé, esa sonrisa que me hizo preguntarte en aquella estación de tren “cuál era tu nombre”, recuerdo que tu sonreíste y subiste al tren sin darme respuesta, yo como un loco fui tras de ti, tras esa sonrisa, esa sonrisa con miles de facetas. La sonrisa ingenua que me mostraste el día que te pregunté tu edad, o la sonrisa pícara el día que te dije que tenía muchas ganas de ti, pero cómo olvidar la sonrisa de felicidad que me permitiste observar cuando la prueba de embarazo dio positivo. ¡Ay, pero como olvidar ese día! Era el hombre más feliz de toda la ciudad, de eso sí estaba seguro.
Pero esa felicidad se esfumó, y en esta noche miles de preguntas invaden mi mente, ¿Si no hubiéramos discutido ese día? ¿Y si no te hubiera dejado ir sola a esa fiesta? Seguramente no estaría hoy aquí escribiendo esto para ti, tal vez en este momento estaría acariciando tu cabello rubio para que durmieras, porque recuerdo muy bien que padecías de insomnio y no podías conciliar el sueño a menos que yo te contara un cuento o te acariciara el cabello, ¡siempre tú, tan mimada! Me pregunto si donde te encuentras te acarician el cabello igual que yo…
Te extraño entera Angie, entera. No le quito nada a tu recuerdo. Extraño desde el más insignificante gesto cuando te estresabas mientras hacías tus trabajos, hasta el grito de felicidad que diste cuando nuestro hijo dijo “mami” por primera vez. Te extraño Angie, de una manera letal.
Tu muy bien sabes que soy un hombre que siempre se ha caracterizado por ser fuerte e inexpresivo, pero no puedo escribir esto sin que no corran lagrimas sobre mis mejillas, lo siento, sé que nunca me has visto así, y de verdad lo siento, pero desde que te fuiste me he vuelto en un hombre sensible, y un tanto llorón.
Te extraño Angie, si no hubiera sido por mi jefe y esa maldita reunión, aún estarías aquí, acariciando mi espalda. No puedo sacar de mi cabeza esa discusión, esa que fue la causante de tu partida. Recuerdo, tu estabas esperando que llegara de trabajar, yo llegué muy enfadado a casa porque en ese entonces no tenía criterio para rechazar las peticiones de mi jefe y me había hecho trabajar todo el fin de semana. Llegué a nuestra casa y me desquité contigo, y lo siento, lo siento mucho Angie, siento ese “vete de aquí”, en realidad no quería que te fueras, nunca lo quise, lo único que quiero es que estés aquí. Pero tú, con sonrisa bonita y caprichosa decidiste irte para la fiesta de tu mejor amiga, decidiste excederte tomando alcohol, me imagino que para desahogarte por la pelea que habíamos tenido; me contaron que ya estabas pasada en tragos y te fuiste en el carro de un desconocido, nadie supo más de ti, nadie. Hasta ese día, ese maldito día que odio con todas mis fuerzas, en el que sonó el teléfono, yo pensando que eras tú, y no, no eras tú, pero tenía que ver contigo.
La voz del otro lado del teléfono me decía que mi esposa, mi querida esposa, se encontraba en un hospital casi muriendo por culpa de un accidente automovilístico.
Dejé los niños con mi hermana mientras corría a verte, recuerdo que todo el camino al hospital lloré y lloré tanto, cuando llegué, la enfermera me vio asombrada, debió ser por mis terribles ojos hinchados o por el dolor que se veía reflejado en ellos. No sé.
Tu, aún con vida, me miraste y una lágrima corrió por tu rostro, tomé tu mano y la apreté como nunca, quería que fueras fuerte, quería pedirte perdón, quería decirte tantas cosas, pero mi llanto no me dejó inmutar palabra alguna. Tú clavaste esa mirada en mí y decidiste abandonar este mundo, con mi mano pegada a la tuya. Yo debí morir, no tú.
Quiero que sepas Angie, que te amo, que sé que cuidaste de nuestros hijos y de mí todos estos años, y ahora que nuestros hijos ya están mayores, quiero estar contigo, por eso he decidido morir. Por favor no me juzgues, sólo quiero besarte una vez más.