SOBRE ABISMOS
Réplica al artículo de Carlos Vicente Sánchez
Nietzsche
Sí, Carlos Vicente, soy un muchacho loco como los pájaros, distingo los árboles del bosque, sé dónde alimentarme.
Tal vez tenga las alas negras propias del ser, pero no un pico tan salvaje como su gramática o sus heridas, que no paran de sangrar ¡Si escribiera desde estos fluidos y no desde el mal humor, de padre y maestro, encontraría el espíritu, la vida que se desgarra en vivo, como escribiera Nietzsche, que “por su propio tormento incrementa ella su propio saber”!
No lamento, como usted, “un mundo sin Torres Gemelas” (¿no podía encontrar un ejemplo menos capitalista?), ya que el terrorismo es la única arma que le queda a los pobres; no lamento que los chicos escriban “sus poemas gratuitos reclamando el reconocimiento”, pregunto, acaso ¿quiere silenciarlos o que no escriban o que cobren, como es su caso, por hacerlo? Volverlos a conocer resulta una labor grata, pues nuestros sueños no son la aspiración de encontrar la “utopía”: encarnamos el Anti-Edipo.
No haga extensivo sus problemas familiares y mentales, su herencia judeocristiana de impotente que aún piensa en blanco y negro y alucina finales apocalípticos, bien decimos de poetas, maestros, cuenteros y cantores cuándo así son nombrados por el pueblo, no por sí mismos.
Escribes: “relamen la sangre sobre nuestras tumbas aún sin cavar”, fuera de ser una metáfora absurda, suena a cantaleta de sanguijuela, fruto del trasnocho, en donde vociferas: “Bastardos son y así se sienten”, defines y condenas cuan apologista. No cabe pensar, mejor, en la orfandad, palabra justa con nuestra búsqueda del padre.
Ahora que te veo a los ojos, como aquella tarde en la Alianza Francesa (¿recuerdas?), en la que hablabas de mercenario literario” con ánimo de ofenderme, como el término de “plumas escamosas”, exclusivo de tu diccionario de figuras retorcidas y no retóricas, pregunto: ¿Qué quieres enseñar? Porque no se entiende.
Sueñas con el fin de la humanidad como forma de perdón, quieres ser una estrella, te llamas RCN y vives encantado con los “pobres niños”, Carlos Vicente, quieres escribir pero te sale espuma.