Ray Charles por siempre
Fue finalizando 1961. ‘Hit the road Jack’ permaneció por dos semanas en el listado de los Bilboard. ‘What’d I Say’ un hit orquestado en vivo en 1959 era de presentación obligatoria al escenario que pisaba. (Incluso tiempo después sería la rola número 10 de las 500 mejores canciones, seleccionadas por el equipo de la Rolling Stone). Casi lo olvido, años antes con ‘I’ve got a woman’ había demostrado que su talento era mucho más que las loables imitaciones que hacía de Nat King Cole y Charles Brown.
Ray charles fue muchos: el genio del soul, el baladista del country, el blasfemo del gospel (y eso que dejando por fuera el Charles del blues, jazz y el rock and roll). Como Coltrane fue un hipster, pero también una estrella publicitaria de Pepsi y Kentucky Fried Chicken. Fue un militante de las causas afroamericanas, amigo de Luther King, y al mismo tiempo uno de los artistas que, sin importar lo que pasaba en Sudáfrica, desplegó su show en pleno apartheid. Fue un romántico de canciones como ‘I can’t stop loving you’, ‘Song for you’, ‘Ruby’, ‘Say no more’, y un arma parrandas de temazos como ‘Hit the road Jack’, ‘Mess around’, ‘Blacjack’, ‘Unchain my heart’.
Pero volvamos, 1961: Ray Charles es famoso. Aclamado por un público que se deleitaba al escuchar el sonido del ciego de Albany. Un activista, me detengo aquí. Porque, a pesar de todo, Ray utilizó su prestigio como forma de protesta. Se acerca el segundo año de la década del 60 y Charles debía presentarse en el Bell Auditorium de Augusta, Georgia. La segregación del estado sureño sigue tan latente, que –por poner un cotidiano ejemplo– los escenarios donde los afros hacían deporte debían estar separados, de los campos donde los blancos hacían lo mismo, por al menos dos cuadras.
Los afroamericanos no podían entrar al recinto donde desplegaría su espectáculo, y entonces Ray pensó en su madre Aretha Robison, huérfana a los 16, abusada de su padre adoptivo, pensó en la pobreza que rodeó su infancia, en su ceguera prematura y en las palabras de Robinson: “Eres ciego, no estúpido”. Pensó en eso y entonces no. No salió al escenario.
Eran tiempos de Guerra Fría, de utopías socialistas, de Fidel en Cuba; de Kenedy, un presidente imberbe en comparación con el curtido Roosevelt.
Eran aires de reivindicación de derechos civiles, de Martin Luther King, de las sensibles composiciones de Nina Simone, de una reservada filóloga, Toni Morrison, quien años después retrataría de manera formidable aquellos momentos (con obras de obligada lectura como ‘The blues Eye’, ‘Beloved’, ‘Jazz’, entre otras más).
Era un momento, pues, en que el mundo vivía un agitado ambiente. Y Charles que había realizado una invaluable interpretación de ‘Georgia on my mind’ decide no presentarse.
Naturalmente, los organizadores del evento se enfurecen. (¡Nigger mother fucker!). Dicen que, en consecuencia, se le vetó (otro sostiene que no es así).
Lo bonito de esto es que tiempo posterior al impase, Georgia on my mind se vuelve el himno de aquel estado en reconciliación. Ray Charles la canta como nunca antes; Billy Joel dice:
-No solo cantaba con el alma. Él estaba entregando su alma. Charles era un ministro evangélico y yo era su congregación.
Cantó el apartheid, pero yo lo perdono, hago parte de esa congregación que dice Joel; es que es muy difícil no disfrutarse esto:
No peace, no peace I find
Just an old sweet song
Keeps Georgia on my mind (Georgia on my mind)
I said just an old sweet song
Keeps Georgia on my mind
Por siempre, Ray. Por siempre.