Pura Paja
El séptimo día: DIOS DESCANSÓ. No habían pasado tres meses desde el diagnóstico certero y cruel, en ese consultorio blanco y frío. Mariana lloraba desesperada; Leticia era positiva. Fernando, sin saber mucho, sin querer saber más de lo que ignoraba escuchaba al viejo bigotudo decir:
Leti, lava los platos de un almuerzo hecho a las carreras en un lunes caótico; como los lunes.
– Mirá, necesito hablar con vos y con Mary; podríamos vernos en un rato en mi apartamento
– No jodás, aún estoy en la oficina y de almuerzo ni esperanzas hay
– Él sonaba muy serio al teléfono, si vos no vas, yo sí voy a estar ahí
– Siempre el mismo drama maricón; qué cosa: seguro se quebró una uña… si puedo matar a mi jefe
llego; pero media hora tarde
– Las espero a las cuatro. ¡Mátalo BIEN!
No se puede matar mal, se mata o no se mata, pero sí se puede morir bien o morir mal y son afortunados los que eligen cómo morir.
“Tengo cáncer de pulmón y hay metástasis; he decidido no hacer nada para vivir más o menos enfermo; me voy a morir y viviré sin medicinas, sin citas con uno y otro médico, sin esos productos de yerbas empacadas en frascos y lo más importante: SIN VERLAS A USTEDES SENTADAS FRENTE A UNA CAMILLA. Les cuento solo para que sepan que hasta hoy son mis amigas, son mis hermanas: no las quiero más en esta vida porque he decidido dejar de vivir y morir bonito”.
Leticia ya no es positiva; ahora es negativa. Ambas se abrazan y Mariana llora, él sale y las deja solas. Es domingo y DIOS DESCANSA MIENTRAS FERNANDO MUERE BONITO.