¿Para qué leer? Los Propósitos de la Lectura – Christian Bohórquez
¿Para qué leer? Conocimiento, información, entretenimiento o vicio inexplicable; por supuesto cada aficionado a la lectura tiene su propia razón. Con la pregunta me refiero en cambio al segmento poblacional escolar que se encuentra obligado a leer pero que carece de las razones para el encuentro con los libros por propia voluntad, y también a la comunidad educadora que se halla obligada a hacer leer a sus estudiantes pero que no cuenta con motivos claros y específicos que expliquen por qué la formación lectora es importante. El resultado: se imparte un proceso educativo irreflexivo en donde el acto de lectura se convierte en una orquesta de autómatas que descodifica palabras.
Leer es hoy un inapelable imperativo moral dentro del aparato social y educativo. ¡Hay que leer! –Afirman todos– ¿Por qué? –No se escucha una precisa respuesta–. Lo que sí existe, en lugar de los codiciados argumentos, es un sinnúmero de aforismos morales que sin dar razones dan motivos: “Porque es la diferencia entre el jinete y su caballo”. Frases como esta pretenden únicamente un control de la conducta, alimentando el sesgo irreflexivo de esta actividad.
Hay que leer. ¿Por qué? Tal vez porque todo el mundo dice que es así y porque lo hacen los intelectuales y los países que son potencia y tradición cultural, tecnológica e industrial. De pronto en la afanada carrera nacional de sacar adelante el país no se ha permitido el tiempo de reflexionar por qué se hacen las cosas.
“Por qué leer” es una pregunta que se toma demasiado elemental para que los licenciados e intelectuales en formación se ocupen de ella dentro de la academia, y por eso sus discusiones se centran en otros asuntos más sublimes y elevados. Luego, dentro de la labor educativa, el curso final de esta serie de factores es que al respecto la enseñanza se centra en un solo objetivo: que los estudiantes tengan contacto con los libros, porque lo esencial, el por qué hacerlo, parece estar ya muy claro.
El resultado es un desperdicio de las utilidades que pueden brindar los textos para desarrollar múltiples procesos cognitivos y hasta competencias sociales y emocionales. Sucede porque la comunidad educativa (tanto docentes, como administrativos y hasta padres de familia y estudiantes) vive en la creencia de que el solo hecho de leer (con concentración, empeño y/o entusiasmo) basta para desarrollar tales habilidades. Del mismo modo se tejen otras creencias, como que la mayor cantidad y grueso de libros recorridos es directamente proporcional al desarrollo de la inteligencia.
En el país se considera que los índices de lectura son bajos cuando no es precisamente así. Lo que es bajo en realidad es el provecho que se obtiene del más pequeño texto, lo que repercute en los mínimos desempeños de la población colombiana en su relación con la lectura.
En consecuencia de lo anterior, este artículo pretende proponer una serie de Propósitos de la Lectura. La siguiente serie no ambiciona ser un listado de criterios que den última palabra en el asunto; mejor busca abrir la reflexión, discusión y proposición constante sobre la cuestión planteada: para qué leer en la escuela. El orden de los factores expuestos no implica jerarquía alguna. Leamos en la escuela: Para fortificar habilidades lógicas plasmadas en el hallazgo de la coherencia entre los hechos: la percepción de causa-efecto entre las acciones, relaciones de tiempo-espacio entre las circunstancias y seguimiento del referente-correferente.
• Para agudizar la comprensión del tejido de hechos que es el mundo, otro texto, por la intelección de la madeja de ideas que es el texto, otro mundo relativo al anterior según las teorías cognitivas de coherencia, esquemas mentales y modelos de situación.
• Para optimizar las capacidades sintácticas y semánticas mediante un eslabonado proceso de producción textual.
• Para ampliar la destreza fonética (pronunciación) y de recepción (escucha).
• Para que el estudiante cuente con la oportunidad de descubrir y desarrollar preferencias por tipos de lecturas, temáticas, autores, estéticas y demás.
• Para usar el texto como laboratorio sociológico y desarrollar competencias humanas, no sólo sociales y cívicas sino también las excluidas pero urgentes competencias emocionales.
• Para que el docente cuente con un laboratorio textual en el cual contextualizar y demostrar las teorías de la lengua y del lenguaje que de otro modo quedan en abstracto, como la gramática, las categorías gramaticales, las tipologías, microestructuras, macroestructuras y superestructuras textuales.
• Para proponer un punto de partida e inspiración desde el cual el educando genere sus proyectos de re-creación de la temática, la obra y la estética desde la exploración personal y creativa por el uso de la escritura o de otros lenguajes artísticos, lo que implica así mismo la exploración y aprendizaje de la misma lengua y de otros lenguajes como los pictóricos, corporales, musicales, etc.
• Para brindar alternativas de información ante la ola de “pseudoinformación” que bombardea desde los medios masivos tendientes a la brevedad y falibilidad.
• Para fomentar escenarios de discusión crítica, de relación intertextual y de comparación, argumentación y proposición de ideas.
Finalmente, es posible que falte nombrar varios propósitos entre los diez anteriores. No obstante, el objetivo principal es dejar abierta esta discusión y, sobre todo, que antes de cualquier lectura en un escenario educativo esta formación se oriente con un propósito claro y previamente definido.