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Las amargas moradas del exilio

 

SERJIO VILLARROEL


Verdad y Belleza eran considerados valores inseparables. La fascinación de conocer el mundo traía consigo el canto, los frutos de la tierra. Para las sociedades primigenias el mito era la fuente de la vida, su ley, su porvenir, su unión con la divinidad ¡Qué era el conocimiento sino el arte de soñar bajo el sol! La larga jornada del homínido se proyecta hacia el horizonte, se han liberado no sólo sus manos sino sus ojos ¡Ya ven las estrellas, ya las quieren contar en lágrimas! Habla la piedra y el cielo. Pero el amor, hoy lo sabemos, degenera en violencia.

Platón, el llamado esnob de Sócrates, quiso como los dioses, dividir a los hombres. Condenó a los  poetas al exilio. No era lo mismo hablar de filosofía que de poesía. La filosofía busca el ideal, la idea, conceptos que abarcan estructuras de conceptos y el poeta nada sabe, todo se lo imagina; goza la revelación, en cambio el filósofo contiene el júbilo y discrimina lo que sus ojos ven y ensueñan. Platón, al final de su vida, bajo el encanto de la metáfora o la ironía, de sus convicciones íntimas desplegadas en sus obras, no ya la búsqueda moral que tenía como objeto someter, restringir la obra de arte a los fines sociales del control y la enajenación, dejó, por el contrario a lo que piensan muchos de sus lectores, abierta la posibilidad a esta suerte de epifanía ¡Porque él quiso ser poeta pero también rey!

Desde entonces a los occidentales nos cuesta asumir la moral y la ley. Sólo hasta el siglo pasado se reavivó la discusión, gracias en parte a las dos guerras mundiales: las ideas tenían más vida que las personas.

La poesía es peligrosa, le basta con ser bella para enseñar. Los dictadores le temen, pues confiere justicia, educa al pueblo, le otorga voz a los silenciados, no olvida, señor Pinochet, señor Uribe, cuántas fosas hay en sus rostros. La literatura chilena está escrita con sangre, como la literatura colombiana, por ello nuestros versos tienen espíritu.

Los once libros de Serjio Villarroel son fruto de este exilio, recopilados en su “Geografía del Recuerdo”. Como nunca hubo pequeñeces en los inicios, recibe al lector con “Distancias”, retrato de su vida sureña entre Concepción y Los Ángeles, con “su olor de dormir en los trenes / y fornicar en pasillos / y su miedo / estacionado en sus ojos claros”. Nos dice luego en su poema Realidad Cotidiana: “Yo vivo entre los sueños / riberas del infierno, / sólo despierto / al ir bajando realidades, / gritando para adentro”. Concluye: “llevo clavado el síntoma / mortal de la locura”. Un camino hacia lo impenetrable, un camino hacia la muerte, porque lo iban a matar, por tener una revista, por hacer esculturas, por denunciar y no dejó de escribir ni de amar, ahora desde Alemania, donde editó la mayor parte de sus libros, ahora desde Colombia. Su escritura es familiar, no para una gran masa de personas, sino para sus conocidos y amigos, porque en ella guarda lo que le es digno de recuerdo: pormenores, metáforas de su vida cotidiana, amores vencidos, nostalgias…

Aprecio todo testimonio, la misma ilustración de portada es un dibujo a tinta china que el autor realizó en Berlín hace más de dos décadas, donde se puede apreciar dos medios rostros, un posible autorretrato, donde la mujer que lo acompaña tiene los ojos abiertos a la luz. El diseño y la impresión son de Gráficas Buda, ubicada a un par de cuadras de este recinto, allí fueron a parar después de vicisitudes insospechadas al otro lado del Atlántico.

Pereira es en realidad un eje de mundo, conviven de forma sincrónica hechos y productos culturales diversos, así lo demuestran los libros de Serjio Villarroel o los mismos de Hugo López Martínez, dos extranjeros que vinieron a parar a la viña de Cañarte, que pasaron de una guerra y encontraron otra como las hermanas Weismann de aquel libro inolvidable de Jorge Eliécer Pardo, donde la escritura, implacable, tiene una cita anticipada con la muerte ¡Será sólo luz como los planetas cuando se
encuentran!
. Creo, en consonancia, que esta generación podrá ser rebelde. La poesía no está en el alfabeto, está en la calle donde vuelven las sombras a ser carne, verbo primigenio; hablo de la revelación, de otro orden en el cual nos encontramos, de la lucha sin deber ni propósito, del ser arbitrario y dependiente de sí mismo; hablo del tambor, del vuelo sobre los abismos; ahora ríe Platón, ahora cae, se desgarra, ha robado el fuego y viene el respectivo castigo, poca cosa, dicen los creadores, si se tiene la libertad de conocer a los dioses por medio de la filosofía y la poesía.

Éste es un abrebocas de uno de los encuentros que se tendrán durante el Festival de Literatura de Pereira, en el cuál el poeta Alán González hará la Geografía del Recuerdo del autor chileno Serjio Villarroel. Queda abierta la invitación para este viernes 24 de Octubre .

Egresado del Grupo Escuela de Teatro del Instituto de Cultura de Pereira, promoción: 2006, bajo la dirección de Claudia López. Cofundador de la Revista Polifonía y miembro del comité editorial de las revistas Portafolio Cultural y Juglar, esta última especializada en teatro. Ganador del Premio de Crónica Universitaria en abril del 2008, organizado por Comfamiliar y la Universidad Católica Popular del Risaralda. Premio Nacional de Novela Ciudad Pereira 2012, con la obra Anónimos.

fredyalan@utp.edu.co

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