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Historias Cortas

Existen terrazas desde donde se puede mirar el alma del que está mirando.
Esos lugares, tan mágicos como peligrosos se hayan más allá de la línea que separa el pecado de la culpa.
Para subir a ellas es necesario dejar a un lado lo aprendido, desaprender; es una exigencia saber qué se sabe para olvidarlo, o al menos, para cuestionarlo hasta lograr la negación de todo saber. Esta no es una historia corta, porque corto sería decir uno, cuando somos cuatro.

UNO.


No existen limites para los sueños, por eso son sueños: estructuras personales necesarias para vivir. Me cuenta – quien a mi lado se sienta en el viaje que es estar vivo-, que los sueños además de excusas para la vida también lo son para la muerte, por ello es tan peligroso soñar. Sin embargo concebir una vida sin sueños no es posible, porque de manera inherente nos rodean, nos abrazan y nos golpean.

¿Con qué soñaría Sergio? Nos preguntamos Él y yo.


“Ver que otros no gozan, es lo que me produce goce, de provocar las peores humillaciones se deriva el poder decirse uno mismo: Bien mirado yo soy más feliz que la canalla que se llama pueblo. Donde quiera que los hombres sean iguales y no exista esta diferencia, tampoco existirá la felicidad”.
Saló o 120 días en Sodoma – Pier Paolo Pasolini.*

No tengo ni idea que datos poner, quizás sí: ¡Jueputa!

alejandrocamposduque@gmail.com

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