Gerardo
El tipo camina despacio entre la multitud agitada por el pánico de la hora pico.
– Señora, disculpe usted, ¿tiene valeriana?
Con una gabardina -tan inglesa como las cabinas rojas de teléfonos- camina, esquivando con tranquilidad miradas de odio y reproche.
– Recuerde que debe tomarla al menos dos veces por días, cuando hay sol y al menos cinco, cuando hay frío.
Entre tanto transeúnte se percata del reproche sonoro de una voz que encierra una ira tan encantadora como aterradora: “ESTÚPIDO LENTEJA” grita ella desde la otra acera.
– Sólo busco valeriana, si no tiene, pierda cuidado; buscaré en otro lugar.
El hombre lento del gabán azul se detiene involuntariamente, aunque los movimientos de los demás le impiden la completa quietud tan deseada por él, tan desesperante para ella.
– Mire, pruebe el Rivotril, hace maravillas con penas y alegrías.
La mujer aún más alterada se acerca, se detiene frente al hombre y lo zarandea.
– La amo por quererme ayudar.
– Lo odio por lento, pendejo e insistente.
Es un día frío de enero, tan frío como los meses que preceden en tiempo y soledad al miserable Gerardo, adicto a la melancolía y al Rivotril, a andar con gabán aún en días de sol.