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Entrevista a Tomás González

Ser sobrino del señor de Otraparte, el filósofo y escritor Fernando González, es un honor que Tomás González ha sabido llevar con orgullo y con honor, pues durante sus años de trayectoria ha creado obras literarias que lo ubican como uno de los mejores escritores modernos de Colombia, está al mismo nivel de autores del renombre de Fernando Vallejo, William Ospina o Héctor Abad Faciolince.

Tomás nació en Medellín a principios de los 50s. Su obra inició dando saltos sobre la lírica, para después – sin percatarse, como él lo señala- llegar a la narrativa; función de la literatura que le ha dado la fama con la que ahora cuenta. Dentro de su bibliografía es posible encontrar novelas como “La luz difícil”, donde narra la vida de un pintor cuadripléjico que decide morir; “Temporal”, cuya historia se centra en la tragedia de una familia que los trapa al mar, mientras la madre esquizofrénica espera la llegada de sus hijos y esposo.

Sólo por nombrar unas pocas creaciones, pues su bibliografía cuenta con 11 libros que van desde el cuento, hasta la novela, pasando suavemente por la poesía.

Mateo Ortiz: ¿Además del apellido, qué otra cosa comparte de Fernando Gonzáles?
Tomás González: Comparto la idea de que uno debe escribir sobre lo que vive y no sobre lo que ha leído. Esto no quiere decir que no sea necesario leer, pero lo principal debe ser el contacto con el mundo.

M.O: ¿Entonces, gracias a esta similitud de ideas, usted se siente de “Otraparte”?
T.G: Pues, es que yo pasé tanto tiempo en esa finca, es más, vivía justo al lado de ella, que sí me siento de allá.

M.O: ¿Usted cómo ve el panorama literario del país?
T.G: La literatura colombiana está pasando por momento de mucho vigor y diversidad. Hay escritores muy buenos, muy disciplinados y cada uno con un mundo propio, elementos que les sirve para narrar esta realidad nuestra tan variada y tan fuerte.

M.O: ¿En su caso qué fue primero: la lírica o la narrativa?
T.G: Primero intenté escribir poesía.

M.O: ¿En alguna ocasión ha sentido que las palabras le resultan insuficientes para expresar lo que percibe o piensa?
T.G: Yo creo que sí. Lo que pasa es que las palabras crean; no expresan lo que percibo, sino que crean otra realidad. No es exactamente un espejo de lo que uno ve, sino más bien una realidad aparte, una realidad autónoma.

M.O: ¿Cuál es la impronta que usted deja en sus textos?
T.G: En todas las historias que trato de narrar o las poesías que trato de escribir, se tocan los extremos: que la vida y la muerte estén muy cerca, que se pueda pasar de una cosa a la otra como es en la vida real; es decir, que la muerte sea la otra cara de la moneda de la vida, el caos el otro lado del orden, la belleza del horror. Por tanto los contarios en mi obra están muy cercanos.

M.O: ¿Cuándo sabe usted que ya es conveniente ponerle punto final a una obra?
T.G: Llega un momento donde yo pienso que a pesar que lo que escribí no es tan bueno como yo quisiera, no tengo manera de que sea mejor. Es un momento de resignación donde digo que ya no hay nada mejor que pueda hacer con esta obra.

M.O: ¿Cómo ha influido en su literatura el haber vivido en tres lugares tan diferentes como lo son Envigado, Nueva York y Cachipay?
T.G: Todo lo que uno vive termina por aparecer en lo que se escribe. Nueva York apareció seis años después de yo haber vivido allá. Seguramente lo de Envigado lo retomaré más tarde. Pero todo está allí, puede perecer en cualquier momento de forma literaria… nada se ha perdido.

M.O: Ahora que estamos hablando de recordar ¿Para usted, qué es el olvido?
T.G: EL olvido es la muerte. Para mí olvido y muerte son lo mismo.

M.O: ¿Usted alguna vez ha sentido que su vida es una “Luz Difícil”?
T.G: Yo creo que la vida de todas las personas que nos dedicamos a cosas como la literatura o las artes, es la búsqueda de una luz difícil, pues se trata de buscar la luz, buscar la vida con las palabras, con las pinturas o con los poemas; pero esa luz es difícil.

Si me preguntan dónde estoy, siempre respondo lo mismo: perdido entre las afluentes de palabras de tinta y almas papel. Si me cuestionan acerca de quién soy, nunca sé; pero sí sé quién no soy: alguien que sabe quién es. Palabras más, palabras menos soy quien menos espero y espera. ¿Bibliófilo? ¿mamerto? ¿monocromo que se cree caleidoscopio? ¿borgiano por gusto y barroco por omisión? ¿gricoquimbayista? ¿melómano de tres canciones? ¿anacrónico cliché? ¿premoderno del posmodernismo? Juzgue usted.

mateoortizgiraldo96@gmail.com

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