Encuentro 4 // Cruising
Una tarde como muchas otras,
el encierro obliga a salir,
paredes y rejas que me separan del mundo.
Largas calles,
andenes angostos,
transeúntes sin cesar,
semáforos, carros, plazas,
un sin número de personas por follar.
La ciudad de la furia me ha quedado chica,
sus edificios fálicos,
el olor a asfalto,
el sexo callejero de los perros,
y los maullidos orgásmicos sobre los techos de las casas,
me quitan constantemente el sueño.
Una caminata más,
un recorrido sin rumbo,
esquinas, parques, plazas…
En busca de lo desconocido,
a encuentros de lo deseado;
hombres, machos, testosterona.
Una esquina me da la respuesta,
la cebra es testigo de una mirada fija,
el rojo del semáforo hace contraste con su piel negra,
1,80 mts de dominio,
una mirada que no necesita palabras,
un acuerdo visual que no necesita una cama…
Su nombre no importa,
su pasado mucho menos,
lo importante ahora es su rol,
sus medidas,
su capacidad para hacerme feliz por un instante.
Pocos pasos me separan de mi nuevo amante,
un ‘hola’ que irrumpe mis pensamientos,
‘¿conoces algún sitio cerca?’ que confirma mis planes…
Sin decir más… recorremos la ciudad.
Charlas sin sentido,
piernas que tiemblan,
sudor, pudor, nervios…
El objetivo es el mismo,
un lugar ideal para un buen polvo,
espacio público, moteles, hostales…
Aquellos hoteles de 5 mil no es mala elección..
Una cama mal tendida,
sábanas viejas,
un rollo de papel sobre el suelo,
un ventilador que no funciona.
Una mezcla suficiente para mi fantasía,
20 minutos que irrumpen mi vida cotidiana,
unos gemidos que cierran el pacto,
una relación fugaz que no afecta a nadie.