EN EL CINE DESPUÉS DE BIRDMAN
– Acabo de tener un deja vú —le dije, con algo de sorpresa.
– ¿Qué pasó? —preguntó Nadia.
– Ese tipo con gafas y camisa blanca dijo: ‘comedia americana’, eso lo había escuchado mucho antes, tal cual: yo volteando a mirar a mi derecha y él levantándose de su silla junto a sus amigos, pronunciando esas palabras.
– ¿Es la primera vez que pasa? —agregó con extrañeza mientras descubría su rostro bajo su cabello negro, muy largo, cayendo por el lado izquierdo de su pecho.
Nadia llegó al edificio hace poco, me agradó desde que la vi; no me mató, pero la soledad que atraviesa mi pecho me llevó a invitarla. Es la primera ingeniera con la que salgo. Tiene una picardía que me atrae, es entradora, no se vara por nada y a decir verdad no está mal.
– La verdad, no —Respondí— Sin embargo, ya había pasado, en el cine también, la misma frase, la misma escena al final de una película; ¿entiendes lo que digo?, es un deja vú de otro deja vú… si lo pienso bien, posiblemente de un tercer deja vú —y recordé enseguida las otras tantas veces en el cine con ella, o sea con otra, Carolina, mi anterior amor, a quien extrañaba sin cesar.
– Mmm… ¿Esperamos la otra película? —me preguntó sonriendo, ajustándose la blusa; desde luego, así me decía que era tiempo de retirarnos.
– No, vamos saliendo —le correspondí en el gesto, tomándola del brazo, bajamos los escalones y salimos de la oscura sala caminando al ritmo de los créditos.
Nos tomamos de la cintura atravesando el pasillo que conducía a la zona comercial como dos enamorados, pero sin serlo. Nadia, con algo de pena me comentaba lo aburrida que le había parecido la película y que la próxima la escogería ella, y yo, meditabundo, asentí en lo segundo y disentí de lo primero, luego me sumergí en una conversación imaginaria con la mirada fija en sus labios brillantes, fingiendo que la escuchaba argumentar su posición.
– Entonces —preguntó en mi imaginación— ¿Qué es un deja vú?
– Es una manera muy peculiar de recordar. Nada del otro mundo.
– ¿Qué recordaste con ‘comedia americana’?
– Pues, ¡comedia americana! —contesté arrogante y reí a carcajadas.
– ¡Bobo! —dijo, en medio de la risa reveladora de inocencia, dándome un golpecito en el hombro.
– Se supone que un deja vú es un volver a vivir lo vivido —continué—, un vivir dos veces alguna situación, de lo cual sólo te das cuenta con la segunda, pero lo más preciso sería decir re-vivir. ‘Recordar es vivir’ se suele decir, pues bien, eso es un deja vú, una manera de recordar y no una suerte de loop en la existencia como en la película The Matrix, si te acuerdas de la escena del gato. De modo que en un deja vú no se vive dos veces una misma situación, que por la sorpresa que provoca en la aparente segunda vez que se vive, paradójicamente se hace única, sino que se recuerda de manera abrupta una vivencia a partir de algo en otra distinta, y ésta la trae de nuevo a la consciencia sin que uno advierta los caminos de su emergencia; quizá por eso lo que así se recuerda se confunde de una forma tan vívida con el suceso actual como si fuesen el mismo.
– ¡Lo haces parecer tan complicado, señor psicoanalista! —juzgó incrédula, pero interesada como afirmaban sus ojos— En este caso, ¿qué reviviste con esa escena?
– ¿De verdad quieres saberlo?
– Sí quiero.
– Otra cita con otra chica y otra película —respondí sin titubear—. El escuchar ‘comedia americana’ me lo recordó de golpe; y es que en esa otra cita tuve, como te digo, otro deja vú, pero no recuerdo qué palabras me hacían recordar la otra vivencia en ese instante… recuerdo que la película era Man of Steel… o quizá The Avengers. – Otra cita y otra chica, ¿eh? —dijo, algo molesta, levantando una ceja.
– Espera, déjame que lo explique —me apresuré a decir—. Debe haber algo previo al elemento desencadenante del recuerdo, es decir, una condición para el deja vú. Por supuesto que la frase ‘comedia americana’ tiene que ver, pero la condición previa es lo que ocurre en la actualidad por fuera de esas palabras y es lo que sucede a nivel de los afectos en quien recuerda.
– Perdóname, Jota, pero no te entiendo nada —dijo, abriendo los ojos mientras negaba lentamente con la cabeza.
– No es tan complicado de entender —aseguré—. Digo que algo me sucede aquí en esta cita contigo, es algo que siento y por eso al escuchar ‘comedia americana’ recordé aquellas citas con Carolina.
–¿Y qué es lo que sientes? —preguntó intrigada.
¿Cómo responder a esa pregunta y salir bien librado de la situación? Como decirle que a Carolina no le gustaban las comedias, y que ‘comedia americana’ me remitía a mis citas con ella porque me sentía culpable de estar ahí, y si me sentía culpable es porque aún la amaba, aunque quisiera no hacerlo más. Pero también, que me sentía culpable por el hecho de que estaba disfrutando de su compañía, disfrutaba de estar con Nadia en el cine o donde fuera; porque la había invitado, ya que me atraía, porque quería llevarla a mi cama. Así volví en mí, volví al brillo en los labios de Nadia, volví al pasillo, a la realidad y hasta ahí mi confesión imaginaria, mi ensueño de satisfacción.
–¿Qué dices, vamos a comer? —preguntó Nadia con una sonrisa que me dolió en el pecho. Supongo que en algún punto supo que yo no estaba de lleno ahí, no soy bueno ocultando lo que siento, ella lo notó y por eso quiso llenar mi vacío de alguna forma, al menos con comida en el estómago, porque de momento no podía hacer más.
-¡Vamos! —confirmé, tomándola de nuevo por la cintura mientras ella recostaba su cabeza en mi hombro derecho, susurrándome al oído ‘gracias por todo’.
Seguimos caminando, intercambiando sonrisas y comentarios insulsos; cruzamos la calle hacia la pizzería más cercana, dejándonos bañar por las luces de los autos, entonces decidí enfocarme de nuevo en el presente intentando dejar atrás escenas de la película de mi vida en la que intentaba grabar algo distinto, con nuevos personajes, guiones originales, evitando los clichés y sobre todo, caer en los remakes.
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