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EL PERRO Y EL PERRO A LA BÚSQUEDA DEL HUESO

Ladran en un callejón de esos que no se ven por acá, un perro de esos que no miramos con facilidad: negro, viejo, grande, chandoso y con chanda. Ladra con agonía, propia de las frustraciones que dan un apartamento de soltero, una vida de soltero; la importancia de vivir lo que se ha vivido siendo soltero sin querer serlo. Los colores no son colores, son luz hecha color.

A usted y a mí nos han enseñado a pensar. Pensar es lo que evita hacer el perro que ladra, el perro negro sigue ladrando y afortunadamente él no se permite pensar. Un café, una servilleta y las migas de una tostada con mermelada de mora y nutella acompañan el mantel, la mesa, la silla, las cuatro paredes y una foto colgante de él y de ella… la foto quiere salir del marco, el marco de la pared y la pared dejar de mirar para así evadir los pensamientos del ladrador que piensa. El perro negro del callejón ya no ladra; hace dos días murió: solo como un perro. Hoy se va a caer el marco, se quebrara el vidrio y la foto solo quedará herida. La pared tendrá que pensar y de nuevo alguien ladrará.

 

No tengo ni idea que datos poner, quizás sí: ¡Jueputa!

alejandrocamposduque@gmail.com

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