El muro del Barrio Berlín
EXTREMO ORIENTE
Pereira se encuentra dividida en muros visibles e invisibles. Barrios tradicionales, con más de cuarenta años de fundación, barrios que son orgullo de sus luchas: Los 2500 Lotes, La Isla, La Abana, Leningrado, Poblado I y II, El Jardín primera y segunda etapa… y otros tantos multiplicados por la miseria: Tokio, Las brisas, Villa Santana, El Remanso, Consotá, Perla del Otún, Puerto Caldas…. Casas y casas y más casas sin ventanas, con sus calles ciegas donde sólo llegan las balas, casas siempre en alquiler. Para los interesados, “cuestan un ojo de la cara”, vea pues.
Son inquilinos, personas de paso, así responden los entes gubernamentales: todos son forasteros, nadie es pereirano. Ellos son testigos del flujo de gente sin destino, hacen fila para pasar del trabajo al cementerio. Las calles se me antojan largas filas de vagones de un tren, rumbo a la muerte ¿Quién se atreve a cruzar desde el mal llamado centro la Avenida del Ferrocarril, rumbo a Corocito, La Trinidad, Villavicencio, Berlín, el mismo Kennedy-well come-? Inténtelo. Si pasa por debajo del Viaducto, corre el riesgo de quedar sepultado bajo su sombra o entre sus columnas. Si por el contrario decidimos sortearlo por encima, nos esperan muros de concreto, disimulados con una reja de estacas que ondulan, allí sólo se posan los Chulos, o gallinazos negros, a la espera de que alguien quede tendido en la carretera. ¿Y el puente peatonal?. Minúsculo, rodeado de cantinas en la carrera octava, desierto en su carrera séptima, es una “tabla de pique”.
No hay salida? Los Puentes de la carrera novena y décima, convertidos en un depósito de desechos, son para dejar la vida: se consigue desde una granada hasta un niño dispuesto a matar por dinero ¿Drogas? Todas. Se encuentra cercado por la policía.
Pasar por la Avenida del Río implica dejarse triturar por las piedras o pasar por nombres tales como: Cola de Gurre, San Judas, El Balzo. De arriba abajo y de izquierda a derecha,comunas.
Nos queda el puente del Ciudad Victoria que comunica con la iglesia gótica San José, con Invico, zona que se acordona cada tanto por un nuevo acto sicarial… Zona rosa, de líneas blancas, de mujeres recién salidas de la clínica, donde los hombres, bajo sus ruanas, se juegan las últimas cartas. Toda esa calle forma un arco hasta el Parque La Rebeca, donde asan carne y venden helado. “¡Existe un muro en Berlín!”, me dice Jaime Ochoa. “Un muro invisible”.
Santiago
Colegurre*