El Árbol sin Sombra
La raíz de esta planta es profunda y frágil ante el olvido. Un roble, no es. Los lunes el odio de los domingos, días de disfrute para unos y dolor para otros, le recuerdan al árbol lo feo que se puede ver. Los viernes, después de horas de sueño, el árbol tiene un nuevo olor, una nueva forma, se ve mejor; pareciera renacer de entre los minutos y ganarle una y otra vez la batalla al tiempo, a los hombres y al sol. El ser: verde, café y en ocasiones florecido se mece una que otra tarde al compás del viento, su melodía es alta y sus movimientos secos, torpes, así las lágrimas del cielo en un lloriqueo silencioso lo mojen. Es sábado y el miedo se esconde tras su tronco grueso, fuerte y mentiroso. Su raíz es frágil y sus hojas, hoy, lucen secas, cansadas y en una agonía musicalizada por el hablar de un hombre pobre e ignorante que lo mira. Al lado del árbol han pasado tantas cosas no dichas, contempladas en silencio, en un silencio cómplice; que hasta él a olvidado muchas de esas historias. Arriba del árbol han volado tantas aves como estrellas que lo miran con soberbia e indeferencia. Del árbol, hoy domingo solo se ven las raíces; lo talaron, quitándole a la tierra el goce de la putrefacción, al viento la victoria de un golpe seco y fuerte, al tiempo, la alegría y el dolor de los domingos hechos años y los años hechos tiempo. El árbol no revivió, así ahora muerto recuerde todas las historias.