“Divertir no es sólo hacer reír” // Entrevista Fabio Rubiano
Fabio Rubiano es el único “no rolo de su familia”, como él mismo lo dice, pues nació en Fusagasugá hace ya más de cinco décadas. Su formación actoral inició con fondos recolectados con La Ratonera, un centro nocturno que tenía en copropiedad con uno de sus amigos. Fue gracias al encuentro con la vida dionisiaca que logró enterarse que su deseo de teatro necesitaba de una fuerte influencia apolínea si algún día quería lograr sus cometidos; esta reflexión nació cuando uno de sus maestros le dijo “la noche o el teatro”. Hoy, casi 35 años después, puede mostrar con hechos cuál de las dos rutas tomó.
Rubiano, es un rostro sobresaliente de las pantallas colombianas donde ha interpretado variedad de personajes; pero en realidad donde yace su más grande pasión es en el eco de las tablas, en las luces del reflector y en la mirada casi que inquisidora del espectador. Su labor teatral inició con Petra, un colectivo teatral que fundó en compañía de Marcela Valencia, quien, según él cuenta, siempre está al tanto de los detalles y los silencios. De esta conjugación de pensamientos e intereses nació, en 1985, uno de los grupos teatrales con mayor influencia en Colombia por sus propuestas de puesta en escena.
En manos del colectivo Petra estuvo cortar el listón de inauguración de la versión número treinta y siete del Festival Internacional de Teatro de Manizales. Su obra “Labio de Liebre”, que se presentó durante dos temporadas en el Teatro Nacional Fanny Mickey, tuvo la responsabilidad de iniciar con pie derecho el Festival. “Labio de Liebre” ha suscitado los aplausos del público, las felicitaciones de los críticos y ha mostrado un impulso renovado del teatro nacional.
Entablamos un diálogo con el director, guionistas y actor de esta obra teatral, Fabio Rubiano. Él nos recibió en el patio de butacas del Teatro Los Fundadores, mientras el equipo técnico afinaba detalles del montaje. Al tiempo que la utilería era puesta en escena y el espacio empezaba a nacer ante nosotros, Rubiano nos permitió esta conversación que discurrió por los meandros de Labio de Liebre. Sonreía, como es usual en él. Meditaba, como resulta necesario cuando se habla de las pasiones.
¿Por qué Labio de Liebre?
Labio de liebre es la forma en la cual se les llama a aquéllos que tiene labio leporino, por la similitud que hay entre en labio partido y los labios de las liebres. El personaje frente al cual gira gran parte de la historia, tiene el labio leporino.
¿De dónde nace la historia?
Casi todo lo que nosotros hacemos tiene qué ver con hechos reales y cotidianos, que pueden parecer coyunturales, pero que en realidad vienen sucediendo desde hace muchos años. Si se habla de un proceso de paz o de una reconciliación, pues sabemos que estamos hablando de Colombia y de qué momento. Para que haya paz en este país, debemos buscar los orígenes y ellos están en la casa; desde la vida doméstica.
¿Acaso tiene algún contenido político?
Claro que tiene un contenido político, porque uno es un ser político, y si uno es un artista, es un ser político; una cosa es que no tome partido. Y no es que no tomemos partido por una tibieza ideológica, sino porque el teatro no tiene por qué dar directrices morales o de comportamiento. Los personajes deben ser vistos desde una postura polisémica.
Usted suele decir que el teatro no debe dar respuestas. Entonces ¿cuál es la misión del teatro?
Divertir…
¿Y Labio de Liebre, cómo divierte?
Con todo lo ambiguo que tiene la palabra divertir. “Divertir” no es simplemente hacer reír; divertir es causar placer y nosotros causamos, o por lo menos eso intentamos, placer estético. Para hacer eso se tienen que manejar los más altos niveles posibles de calidad. De Los más grande placeres, que son los menos tangibles, son los placeres estéticos. Esta obra los muestra cuando genera emociones, genera sensaciones y genera polémica.
¿El teatro, tal vez, busca evadir la realidad?
El teatro muestra una realidad que no somos capaces de ver y que es una realidad simbólica. Él es capaz de reconstruir la vida de una manera poética. Cuando usted en el teatro ve una situación, la empieza a observar desde un ángulo que no la había visto en la vida cotidiana; aquí se resignifica.
Esa resignificación de la que usted habla ¿cómo se logra en Labio de Liebre?
Nosotros queremos que haya un arco completamente ambiguo en los personajes. Queremos que sean complejos, tanto las víctimas y victimarios. Un personaje tiene una amplitud muy grande y a través de él podemos enseñar que podemos dejar de ver las cosas siempre de la misma manera. Yo como artista debo mostrar a los personajes en su dimensión.
¿La obra busca afirmar algo?
Yo no creo que haya afirmaciones absolutas en una pieza de teatro. Creo que se plantean muchas preguntas. En la obra se habla de venganza y perdón. Yo no sé si al final los personajes perdonan o qué; no, no lo sabemos. Eso lo dirá el público. Me parece más valioso si la gente sale preguntándose “¿esto por qué lo hacen?”.
Usted realizó el guion de la obra, la dirige y actúa ¿Cómo realiza todas estas labores?
Tenemos un equipo muy bueno. Siempre he trabajado con Marcela Valencia, ella es una persona que siempre está observando. Todos los de los grupos, están siempre mirando o diciendo qué se hace mal. El grupo tenemos la capacidad de hablar y decirnos las cosas; por eso nos hemos mantenido tanto tiempo.
Ahora que llegamos a la composición de la obra ¿cómo se realiza el proceso de creación de los personajes dentro de la obra?
El teatro es proceso creativo y de conjunto. Yo vengo de la creación colectiva. No trabajo este tipo de creación en el sentido estricto, pero sí me parece que los procesos de construcción dramática son colectivos. En la medida que vamos montando los personajes, van apareciendo. Yo no llego con personajes preconcebidos para decirle al actor que este personaje es así o así. Por eso a mí el trabajo de mesa me parece extraño; no lo logro hacer. Desde el primer ensayo que la gente esté en el escenario, realice hipótesis de trabajo, premisas de acercamiento, analogías…en fin; la prueba y el erro son fundamentales. Siempre tiene que existir una tensión dramática en lo que se esté realizando.
Dentro de la obra se aprecia un contraste entre lo trágico y lo cómico ¿cómo lograr ese balance?
Las situaciones son tan desgarradores, a veces, que llegan al límite de lo absurdo. Entonces se llegan a unos momentos de tensión fuertes que generan risa en el público. Yo creo que la tragedia y la comedia están absolutamente cerca; están pegadas: una comedia es una tragedia con distancia.
¿De qué manera llegan ustedes establecer esa dicotomía entre víctima/victimario?
Lo más importante es darnos cuenta de que vivimos en un país donde las fronteras son borrosas entre los dos. Así creamos que estamos de uno u otro lado. Hay ciertas ambigüedades que tenemos que empezar a ver. No hay una sola unidad monolítica de comportamiento, todos somos ambiguos.
¿Cómo llegan ustedes a plantear la tensión dramática a la que usted hace referencia, con esos personajes tan matizados?
En la tensión, es lo primero que pensamos. El personaje, en cada escena debe estar realizando algo. La concatenación de acciones es lo que narra la fábula; eso es Aristóteles primer nivel. Yo regresé a eso con mucho placer después de querer romper las estructuras.
Entonces ¿está obra que tipo de narrativa tiene?
Completamente Aristotélica. Es lineal con trampas. Lineal con maldad. Pues es una pieza que empieza con un escenario absolutamente realista y por una ventana se asoma una libre; ya hay algo que no está bien. Aquí algo no está bien.
¿Esa sensación de que “algo pasa aquí” la percibe el espectador?
Pues hasta donde nos han dicho, sí. Nos han dicho cosas muy bonitas como que es un viaje que los transporta al espacio y tiempo que nosotros proponemos; que hay muchas sorpresas, que se siente como en un cuento de hadas que es un cuento de terror.
Ya cuando la entrevista había terminado, me percaté en un pequeño detalle: los actores, por más distantes que resultan desde sus barreras de pantallas y escenarios, son igual de humanos a cualquier otro: sienten ansiedad, beben tizana, caminan con las piernas flácidas por el nerviosismo.
Notícula final: hay que ver Labio de Liebre. Es una obra francamente desgarradora. Compleja pero simple; feliz pero truculenta: es una dura sonrisa la que calca sobre los espectadores, es una alegre lágrima la recorre el rostro del público.