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Ilustración Rayo por Juan Zapata (Zeta Ce) para la Cuarta edición Psicodelia de la Revista Digital La Astilla en el Ojo. Acompañante del texto Cálmate Noche de Ángela Aragón.

Desconectado

Ilustración por: Juan Zapata (Zeta Ce)

Son las 6 de la mañana cuando despierto con un esfuerzo sobrecogedor, y lo primero que siempre trato de hacer es no cantar con mi pésimo inglés, la pegajosa canción que se escucha desde mi teléfono celular, con la que pretendo darme ánimo siempre al inicio del día. Al levantarme, digito rápidamente la contraseña para desbloquear ese aparato que nos facilita tanto la vida…Qué sería de nuestra existencia sin un “smart phone”, sin alarmas para despertar, sin acceso a la internet, sin la posibilidad de enterarnos de cuánto pasa a nuestro alrededor gracias a las siempre actualizables redes sociales?

A paso ligero voy medio dormido al cuarto de baño, comienza la rutina diaria; en menos de una hora estoy listo, preparado para salir y darle la cara a un nuevo día sin importar el clima. Sin importar, porque de cualquier manera ya me había enterado gracias a la nueva aplicación que descargué e instalé en el celular y que me facilita saber qué ropa ponerme con mayor rapidez de acuerdo al estado del tiempo, previendo si será un día templado, muy caluroso o con lluvias parciales; aunque para todos es sabido que esta no sería la hermosa ciudad que tanto queremos sin sus siempre aguaceros de media tarde… Después de un buen desayuno, me encamino al trabajo y soy testigo de los muchos hombres y mujeres que como yo, vienen y van a traspiés para llegar a tiempo a sus negocios, a sus sitios de trabajo, a sus universidades, al lugar donde encuentran su re-busque día tras día; veo a los niños y niñas rumbo a sus colegios y escuelas.

De nuevo en la oficina, debo digitar la clave para ingresar con mi usuario al servidor de red y así poder utilizar todos los programas del PC; a esta hora ya conocía el último resumen de noticias, ya he revisado los correos electrónicos y hasta leí de nuevo, las últimas “conversaciones” que sostuve por whatsapp la noche anterior; ya a esta hora lo que sigue es conectarse y navegar para iniciar con los informes de esta semana.

Uno tras otro llegan los compañeros de trabajo, saludan, sonríen, toman sus lugares, preguntan, responden y así, uno tras otro. Pero cada vez algo es menos extraño, sus miradas no están centradas en las personas que saludan, sino en los diversos dispositivos móviles que traen consigo entre sus manos, conectados,  en la nube y en tiempo real. “Por fortuna hoy sí funciona el wi-fi de la oficina porque me quedé sin datos ayer”, dice alguien al fondo desde su escritorio; sin mencionar a los que no cuentan con paquete de datos pero eso sí, se las ingenian para estar pendientes de sus amigos y amigas de facebook, instagram, flickr, pinterest, google +, y hasta de la más reciente actualización de dropbox; porque siempre hay un mensaje qué leer, una foto por compartir y etiquetar, un comentario que replicar. Siempre algo nos lleva a tener la cabeza clavada pendiente de la llamada que no sonó, del mensaje que no llegó. Esto, según el columnista norteamericano y profesor de cultura virtual, Douglas Rushkoff podría llamarse “presentismo”, pues “nuestra sociedad se ha reorientado al presente. Todo se muestra en vivo, en tiempo real, y está siempre conectado.”

El día avanza entre la digitación y consolidación de los datos para el informe, los oficios y circulares que redactar, los correos electrónicos, las notificaciones, alarmas, mensajes, las cadenas de chistes, las notas de voz, las video llamadas, las teleconferencias, los chats, una que otra llamada entrante y todas las salientes, noticias y más noticias; todos en la nube de la información, tan enorme y virtual que nos envuelve sin percibirlo. La jornada termina como una más, es hora de salir no sin antes de dar lectura a las columnas de opinión de los periódicos locales y nacionales; y por qué no, hasta un vistazo a la cartelera de cine…desde el “celu” o el PC antes de apagarlo?

Me encuentro con Ana antes de ver la película para comer algo, no hay afán pues ya había reservado las boletas para la función de las 8:30, y de paso pude reenviar a mis compañeros de clase las observaciones del trabajo que minutos antes el profesor había remitido a mi correo electrónico y que reposa en el campus virtual al que tenemos acceso desde cualquier parte del mundo, todo, desde mi celular sin el cual no podría vivir tan plenamente. La conversación con Ana es intermitente, desde que nos encontramos no ha dejado de “conversar” con su amiga que está en Perú hace una semana; cada tres minutos me enseña algunas de las hermosas fotografías que cada vez que llegan a su celular, lo hacen sonar como si cayera una gotera (me parece gracioso que hace unos cuantos días ese sonido estaba configurado para muchas de las aplicaciones que he instalado en mi teléfono).

Después de la película, hablamos un poco mientras caminamos, nos despedimos sin mucho qué decir y de manera automática cada uno busca en sus dispositivos móviles, algo que no encontramos en el otro, algo que ya no queremos encontrar.

Al llegar a casa, sin importar que el cansancio de la jornada pese al interior de mi cabeza, enciendo mí computador portátil que ya no llevo a ninguna parte, para configurar la privacidad de mis redes sociales, cambiar claves, revisar una vez más y sincronizar mis correos electrónicos, verificar y hacer el back-up de mi información. Ya actualizado, tanto como uno de los programas que utilizo, me preparo para ir a dormir cerca de media noche, no sin antes de terminar este artículo y sacarme la astilla que tengo en el ojo, para enviarlo por correo electrónico y confiar en que alguien lo pueda leer cuando se conecte.

El día termina y antes de dormir, pienso que mañana tal vez voy a saltar de la nube; aunque sea una vez, una sola vez para encontrarme conmigo, en silencio y sin claves, ni pantallas táctiles, ni alarmas digitales, ni actualizaciones, ni chats, ni virtualidades…Mañana tal vez me desconecte de la nube para conectarme de nuevo con el ser que llevo dentro y con otros cuando los mire a los ojos.

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