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Fotografía Lluvía por Julián Salazar, acompañante del texto Cuento de Invierno por Alejandro Suaza

Cuento de Invierno

Arriba en la montaña un hombre que nació de sus entrañas, conoció a una mujer tan hermosa como los colores de las flores. Ella era hija de los árboles.

Durante cientos de años el hombre enviaba mensajes con el viento, que la hermosa mujer nunca respondía; aun cuando de peligros y de acechos de fieras y demonios del bosque, le protegiera él con valentía.

Los árboles y el bosque en pleno, entendieron las buenas intenciones del hijo de la montaña y una noche en sueños lo presentaron a su hija, allá, en los más profundos confines de la tierra.

Pasaron días y noches, el sol brillaba como nunca, las estrellas rodaron sobre ellos desde el cielo, se escucharon truenos, los relámpagos rasgaron el suelo y una tormenta eterna parecía no tener fin; la tierra se estremeció mientras el hijo de la montaña y la hija de los árboles contemplaban el infinito y cantaban con el transcurrir del tiempo, sus más alegres días. 

Una última noche conversaron y se rieron de la creación del universo, de sus historias, de sus tardes corriendo sobre el arco iris, de sus cielos constelados. Al quedarse dormidos, entrelazados como uno, él se quedaba sin aliento agotado por los siglos. Ella lo advirtió y plantó en él, sin dudarlo, la última semilla que guardaba en su vientre para que le sirviera de alimento a su protector y finalmente durmió hasta nunca más despertar.

Desde ese entonces el hijo de la montaña la llora durante cada invierno, cuando los ríos se crecen y arrasan todo con sus caudales y llueve desde los cielos para empapar los campos y se escuchan truenos y se ve cómo los relámpagos rompen el silencio cuando llega una tormenta.

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