Carta de una síntesis
¿Será que esta nostalgia algún día va a dejarme caminar por trochas rodeadas de tonalidades verdes, sin malicias en las canaletas y con sonidos tan genuinos como las “borboletas roixas” de las que me enamoré un día?. No lo sabes aún, vida mía, estás rodeada de tu propia sangre y en ella respiras, deseas con los ojos encharcados salir del laberinto y te ruegas a ti misma no estar condicionada por las leyes de la física.
¿Qué pasa mi vida? Te vendieron infierno por refugio y ahora te asombras de verte reflejada en los ojos de los que te miran con las manos sucias, te preguntas si acaso este es el purgatorio y te pones a vender cualquier remedio contra la desesperanza. Qué puta eres, ¡Traicionera! Acaso no decías que ellos requerían sanar sus almas y que su pena eran dos vidas enteras.
Ahora decime: ¿haces parte del juicio o eres como yo un abyecto testigo?
Carlo Rossi, sii, Carlo Rossi, el blanquito. Estabamos tú y yo cuando el iba desfalleciendo. Lo matamos, vida mía, lo matamos.