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5 años de incomodar: La Astilla en el Ojo (Primera parte)

La necesidad nos une. Llamé con insistencia y acordamos la entrevista en un café del centro, en uno de esos “oasis de inutilidades ruidosas”, por fortuna cambió la locación –y a medida que avanzó la tarde-, se decidió por el apartamento de Erika Moncada, quien debía estar al cuidado de su hijo. Marcó el reloj las seis en punto de la tarde al cruzar el portal de las edificaciones. Ascendí las escaleras innumerables de esa torre y encontré una puerta labrada en madera, tras de la cual se dejaron oír diálogos y risas entrecortadas. El timbre les impuso silencio. Luego, el sonido de unos pasos que se apresuran sin que nadie abra. Un nuevo silencio. Ya alguien toma el picaporte, es Julián Salazar que sonríe.

      Nos acomodamos en la sala, al lado de las cortinas ondeantes del balcón. Sirven café, una tasa, el café, su sombra líquida y seguimos el humo como una ruta propia. Ángela Aragón se aventura a responder:

     Había que hacer algo para difundir el arte local. Nos reuníamos en una oficina del centro donde, por entonces, trabajaba Juliana Gallo, en la carrera décima con calle veintiuna, ahí llegábamos todos, Julián Salazar, Ana María Muñoz, Juliana Arias; teníamos la oficina a disposición. Lo dijimos al unísono “¡Un nombre!” Empezamos por conseguir un apoyo visual y encontramos a Juan Zapata, “Zeta Ce”. Se realizaron los primeros bocetos. La Astilla en el Ojo surge porque queríamos generar incomodidad, no era un “medio” tradicional donde se encuentra lo que la gente aprueba, sino también lo que la gente desaprueba, queríamos abrir un espacio. Con mucho esfuerzo salió la primera edición pues éramos estudiantes, entonces mil, cuatro mil, cinco mil pesos cada uno para poder imprimir los primeros carteles y los separadores. Presentamos “Amor, alegría y locura”.

Alejandra Grisales:

      Pertenecíamos a la misma carrera, estudiábamos en el mismo salón, veíamos varias materias. Trabajaba para ese entonces en T… y en el tiempo libre me iba con ellos a pegar carteles. Recuerdo que sacaron unos stickers amarillo, cuadrados, que solíamos pegar en lugares concurridos. La oficina de Juliana Gallo que menciona Ángela era la oficina de las tareas, nos íbamos a hacer el trabajos en grupo, a editar videos a escribir un ensayo o a ver una película, bueno, cualquier tipo de labor, y cuando maquetaron la revista fue curioso porque se sentaron todos en un solo computador a maquetar (risas) ¡Todos en un sillón! Me parecía bueno el trabajo, lo difundía sin estar dentro del equipo. Cuando renuncié a mi trabajo, el colectivo llevaba dos años, tres ediciones de la revista. En ese entonces vivía a dos cuadras de ParqueSoft. Ángela llamó “¿Usted qué está haciendo? ¿Qué piensa hacer?”, y yo, “Nada, renuncié, estoy en casa, dedicada a la universidad”, me dijo, “Venga que la necesitamos, le vamos a contar algo”, llegué y estaba Juliana Gallo, Julián y ella. Me dicen, “En este momento no hay quién se encargue de los textos, de hacer las correcciones”, de…no sé qué, “¿Quiere trabajar con nosotros?”. Me dijeron, “No estamos ganando nada pero trabajamos, pensamos formular proyectos que puedan generar rentabilidad. Tenemos una revista, vamos a abrir convocatoria para la próxima edición, La fiesta de lo feo”. Yo llegué para la fiesta de lo feo.

Julián Salazar:

     Prensa, radio, televisión. Terminábamos sexto semestre. Fuimos motivados por dos profesores, Rodrigo Argüello con sus Nuevos Formatos Audiovisuales y por Johana Guarín con Diseño Gráfico e Impresos. Nos mostraron la posibilidad de hacer revistas digitales como la Revista Bak, de Alemania. Nos pareció genial y creímos en la posibilidad de hacerlo, pero ¿con qué enfoque? Ya lo dijo Ángela, queríamos generar incomodidad, no queríamos ser como los medios tradicionales que replican los mismos pensamientos. En ese entonces nos sentamos en un pasillo a pensar el proyecto, decidimos hacer un medio que difundiera producciones de todo tipo, pero centrados en procesos y obras que no tenían difusión, las producciones artísticas y literarias, fotografías que veíamos a menudo en la carrera, había gente creativa desarrollando un perfil. Bueno, veíamos un proceso universitario que era lo mejor que estaba pasando en la ciudad. Entonces estructuramos las convocatorias, empezamos a trabajar juntos, el proceso fue decantando a sus integrantes, en un principio éramos nueve personas, algunos estudiantes de la Universidad Católica con las que nos habíamos contactado, Pablo Cesar Henao de Comunicación Social y Periodismo, de Ingeniería Industrial, Juan Camilo Echeverri, otros Licenciados como Daniel Hidalgo, además estaban las personas que ya hemos nombrado como Juliana Gallo, Ana María Muñoz. La mayoría éramos comunicadores, sólo había una persona con trayectoria artística y otro de industrial, sentíamos que queríamos “armar” un grupo interdisciplinario. Como sea pero por los tiempos, por las ganas, por el enfoque, por la producción, esas personas decidieron no continuar, Ya cursábamos octavo semestre, ya íbamos a salir y no teníamos un peso, un proyecto que pudiese generar recursos, entonces muchas personas salieron. Quedamos cuatro personas…, y en ese momento ingresamos a ParqueSoft. En 2013 empecé una práctica en comunicaciones en ParqueSoft, después Ángela Aragón, luego estuve en Brasil haciendo una especialización en publicidad, retroalimentando el proceso de La Astilla, en la Universidad Unifacef de Franca, Sao Paulo. Virtualmente nos reuníamos, hablábamos qué sería de La Astilla. Ese tiempo estuvo un poco interrumpido porque estábamos separados, pero cuando ya regresamos fue un tiempo en que “incubamos” lo que ya queríamos hacer. Pasó la etapa de diseño, experimentación, y ya dijimos: “Vamos a ponerle patas a esto y qué más excusa que ParqueSoft nos está invitando a hacer parte de un modelo de emprendimiento”. Vinimos y decidimos ingresar al modelo, también por invitación de Alexander Cadavid. Entonces ahí ya se convirtió el proyecto universitario en emprendimiento. Desde 2013 estamos pensando en cómo transformar a LAAAO en un plan sostenible y más grande, expandible, que se proyecte. En este momento todo cambia. Cambió la cara de la moneda, porque decidimos que no íbamos a hacer La Astilla monetizable sino que íbamos a construir una nueva marca, una marca que se llama, en la actualidad, Viral. Lo que hace Viral es ser un laboratorio creativo, es decir, un proceso de experimentación para crear.

Los primeros inconformes

Erika Moncada:

   Muchas de las cosas que pasaba en la vida de ellos en el 2011, pasaba de cierta forma en mi vida en otro contexto totalmente diferente. Había tenido visiones y conocimientos propios de mi vida y de lo que tenía alrededor, en ese momento, cuando reconocía estos valores, quedé en embarazo de mi hijo al tiempo que culminaba la carrera de Ingeniería Comercial en la Universidad Libre. Venía con el tema que definitivamente había escogido mal mi carrera. Dejé así la Universidad y me fui a la montaña, a Corinto, Cauca. Estuve cinco meses, cinco meses viviendo como pudieron vivir Adán y Eva. El agua era vertida por la montaña. Salía, ponía el vaso en la montaña y tomaba agua; me bañaba ahí; vivía del intercambio. Había decidido que eso quería para mi vida, quería abandonar el sistema. Había alcanzado un nivel de conciencia donde rechacé ciertos imperativos de la sociedad de consumo. Bueno, en ese momento soy consciente de la gestación y vuelve una luz diferente y digo, bueno, ¿esto es lo que quiero para mi hijo?, ¿quiero que crezca en este ambiente? Lo que hice fue llamar a casa, volví y mis padres propusieron que culminara el pregrado. Preocupada por la experiencia que había adquirido, no sabía cómo conjugarla con la carrera comercial, me pregunté: “¿Cómo voy a conectar mi pensamiento, todo lo que he descubierto?” Sí, terminé la universidad en pleno florecimiento, bueno, a la vez de asistir al drama que significa estar en embarazo y estudiar. Encontré la práctica de grado en una fundación de niños en situación de abandono u orfandad, en la Granja Infantil Jesús de la Buena Esperanza. Cuando entro a la fundación me doy cuenta que a la carrera le podía dar un enfoque social, un enfoque comunicativo, humano. Desarrollé toda la experiencia laboral estando allí, terminé la universidad, me contrataron nuevamente pero no había una posibilidad de crecimiento. Necesitaba ser emprendedora, siempre lo fui. Para entonces conocí el modelo de emprendimiento a partir de Expocamello porque llevé a la Granja allí, conocí ParqueSoft en 2013, la Cámara de Comercio y todas estas empresas que no vendían productos tangibles sino servicios. Monté mi hoja de vida con toda la experiencia, con los servicios que yo podía ofrecer y mandé mi hoja de vida a toda Colombia, a cada una de esas empresas, de ParqueSoft, Pereira, me llamaron, no de forma directa sino de una de las empresas de los emprendedores de allí. Llegué a la entrevista y dijeron, pagamos “esto”. “Esto” era menos de lo que pagaban donde estaba pero disponía de más tiempo libre. Acepté sin saber a qué me enfrentaba. Llego a un modelo de emprendimiento donde se oferta software para hoteles y restaurantes. Me contrataron como directora comercial. Intenté efectuar ciertos cambios y asesorías en el modelo en el que quería trabajar y no encontré empatía, no duré mucho allí, empecé en noviembre y en marzo renuncié. Cuando fui a entregar el computador, me encontré con Anny Vásquez dentro del staff de ParqueSoft. Ella le había dicho a Ángela Aragón que había una persona que hacía freelance en ventas, en la parte comercial. No me hablaron de La Astilla en el Ojo en ese momento sino de Viral. “Mira, lo que nosotros hacemos –me dijo Ángela- son estrategias de comunicación a través de diseño de marcas, diseño de campañas”. “Yo tengo este portafolio –le respondí- similar al de Viral. En este momento tengo unas “marcas” para asesorar ¿Por qué no intentamos con una y vemos qué pasa en el proceso? No quiero ser empleada. Miremos qué podemos hacer en conjunto”. Ángela, en consecuencia, me presentó a Alejandra y a Julián.

Los primeros en creer

 

Por: @alangonzalez

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